LIBRO 1. Introducción

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Las bisagras de la puerta chillan, todos alzan las miradas y un coro de saludos se oyen. El hombre de cabello negro observa a cada uno de los alumnos, acomoda aquel molesto aparato auditivo y deja sus cosas sobre el escritorio, limpia una la esquina que está sucia y toma asiento, cogiendo aquella lista para saber a qué monstruos les dará clases.

«Qué horror», piensa al leer un nombre raro, feo... demasiado ocurrente para él.

Niega con un gesto de asco, abre su portafolio en busca de un bolígrafo y pone la fecha del día al final de la hoja blanca. Revisa el temario, dándose cuenta de que empezarían con teoría.

«Con lo que odio la teoría», masculla para él mismo.

Se pone de pie al mismo tiempo que coge un marcador de color rojo, escribe en la pizarra blanca el nombre de la materia, el suyo, las reglas que desde ahora tienen que seguir, el horario de su clase, su correo y, por último, su número telefónico.

Se gira hacia al frente y habla con la voz ronca, pero firme.

—Después de las veinte horas ya no estoy disponible, aquel que me envíe algún mensaje, confíe en que tendrá cinco puntos menos —sentencia, enarcando su ceja para demostrar autoridad—. Para mí, ustedes no saben nada, me tienen que demostrar lo contrario —declara y rasca el dorso de su mano—. Todos tienen cero, su deber es ir aumentado los puntos durante todo el curso. ¿Cómo se lo ganan? Con participaciones, puntualidad, asistencia, tareas, exámenes, proyectos y prácticas. Oh, antes que se pregunten si nos dará tiempo para todo, por supuesto que sí. Les recomiendo que no se atrasen.

Regresa a la pizarra, pone el porcentaje de cada cosa, las fechas de las pruebas, entre otras cosas.

Algunos chicos murmuran cosas malas del hombre, mientras otros optan por mantenerse en silencio, nunca sabes cuándo oyen más de lo que no deberían. Se han dado cuenta que no escucha bien, por lo que lleva ese aparato auditivo, unos se arriesgan a burlarse y lo demás piensan de forma más coherente.

El docente deja el marcador sobre el escritorio y coge la lista del grupo, se dirige hasta al frente y observa a cada uno desde un ángulo superior. El hombre es alto, demasiado. Su campo de visión es perfecto y gracias a eso, descubre a un muchacho de cabello castaño-rubio que está entretenido con su libreta al fondo del salón y tiene sus auriculares puestos.

¿Lo ha ignorado? ¿Se percató siquiera de su presencia? ¿Tan rápido quiso perder los cinco puntos?

Entrecierra sus ojos y camina lentamente hacia él, el salón se mantiene en silencio mientras los presentes detallan cada movimiento del profesor acercarse al chico.

Al llegar, se da cuenta de lo que hace, está dibujando, al parecer es una muchacha. Su mano se mueve junto al lápiz, concentrado completamente en su momento. Siendo honesto, piensa que tiene talento, demasiado, pero no lo justifica ante ese acto irrespetuoso que ha hecho ante su presencia.

El muchacho siente la presencia y mirada de alguien, por lo que su acción se detiene poco a poco, el lápiz danza en su mano, alza su vista, encontrándose con una ceja por lo alto. El docente.

«Diablos», maldice, lamentándose.

Se quita los auriculares, despidiéndose de la voz de Jared Leto. Relame sus labios y sonríe de lado, sabiendo que está arruinado.

A un lado, por detrás del hombre, ve a Borris, el gran idiota del salón, burlándose de él porque irá directo a detención. Quiere levantarse y darle un buen golpe en su fea cara para que deje de ser tan estúpido, pero prefiere contenerse.

«Vaya manera de iniciar las clases», grita su subconsciente.

—Primer día y los puntos de atención ya no se te verán compensados —dice soltando un suspiro. Él prefiere no decir nada ante su declaración, por lo que el preceptor prosigue dirigiendo su vista a la lista—. ¿Quién eres?

Traga saliva y le lanza una mirada de odio a Borris.

Para la próxima no se confiaría en sus compañeros, bien decía su tío cuando le repetía que en el instituto no tenía amigos, sólo personas que compartían salón y clases contigo, que debía ver más por si mismo y no dejarse llevar por lo demás.

—Aidan Howland, ese es mi nombre.

Si las personas fueran constelaciones [✔] | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora