✵ Capítulo 01

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—¿No piensas comerte el otro panqueque? —mi madre me pregunta con una ceja arqueada desde la puerta de la cocina.

Bebo otro poco de jugo y niego con lentitud para no tirar del líquido, ella mujer bufa volcando sus ojos y acercarse hasta el mesón para limpiar las migajas que he dejado esparcidas.

Dejo el vaso en el lavatrastos y me limpio la boca con el dorso de la mano, volteando hacia donde se encuentra mamá para dirigirle la mirada.

—No tengo tanta hambre porque me he despertado en la madruga a hurgar un poco de la sopa fría que quedó —admito dándole una sonrisa culpable—, aunque llegué a comerla toda, tuve que lavar el plato para que no te dieras cuenta.

—Sí, no eres bueno para ocultar las cosas —se burla—. ¿Alguna vez haz hecho algo a escondidas de mí sin que finalmente me lo termines diciendo?

—Soy malo para mentirte —digo con sinceridad y me encojo de hombros—. Tú y mis abuelos me han enseñado a decir la verdad y a delatarme a mí mismo.

—Eres un sol, mi vida —me dice enternecida, cogiendo mi barbilla.

—Detente, no me gusta que me sigas tratando como niño pequeño —farfullo haciendo mi cabeza a un lado para deshacerme de su agarre—, es incómodo para mí, aparte de que tengo que bajar mi mirada para abrazar tus ojos...

—Los abrazaste desde que naciste, tu miraste mis ojos cafés y yo tus dos océanos preciosos —recuerda, caminando al refrigerador para guardar la jarra de jugo.

—Eres demasiado cursi —reprocho.

Mi madre niega y sonrío de lado, quizás remarcando mi hoyuelo izquierdo, rasco la punta de mi nariz y salgo de la cocina para ir hacia el baño y lavarme los dientes.

Cuando termino, me dirijo a la sala en busca de mi mochila negra.

Me fijo en la hora, voy demasiado temprano, pero me gusta irme caminando hacia el instituto, aparte de que no está tan lejos, tengo mi espacio y esa escasa acción causa un poco de paz en mí.

—Mamá, quería comentarte que después de clases iré a casa de mis abuelos —le aviso en voz alta.

Rebusco mi celular en los bolsillos de mi pantalón y lo saco para conectar por mis audífonos, elijo una canción y pongo la reproducción en aleatoria.

Paso los cascos por mi cuello sin colocarlos sobre mis orejas, solo los preparo para cuando salga de casa.

—¿Irás de nuevo? —cuestiona.

La miro por el rabillo del ojo y asiento.

—Sí, mi abuelo me dijo que me ha comprado algo, supongo que es el restirador.

Lo que he dicho se proyecta de nuevo en mi mente y cierro los ojos al darme cuenta de que lo he arruinado, mis palabras habían salido como si fuese un pequeño dato, aunque sé que no es así.

Escucho como suspira y se cruza de brazos, giro por completo hacia ella, que mantiene una mirada fría.

Va a regañarme.

—¿Cuántas veces te he dicho que no les estés pidiendo nada a ellos? Mucho menos cuando son cosas que no necesitas para la escuela, Aidan.

—No se lo pedí, lo escuchó en la llamada que te hice —intento explicarle—. Sabes que a él jamás le ha importado pagar ciertos artículos, apoya lo que me gusta hacer y aunque me haya negado, no hubiese servido de nada.

—No estoy de acuerdo.

—Jamás estás de acuerdo —le reafirmo, pasando mi mochila por encima de mi hombro—. Sobre todo, cuando se trata de mi abuelo. Siempre le has mirado todo lo malo que él hace por mí cuando solo ha intentado ayudarnos —le echó en cara—. Es decir, te molestó hasta el simple hecho de que lo haya acompañado a ver como se manejaba todo el asunto de los cines.

Si las personas fueran constelaciones [✔] | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora