✵ Capítulo 31 - PARTE DOS

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Abro una de las puertas traseras de la camioneta y cojo los lentes de sol para ponérmelos, Darling me mira desde la ventana del copiloto con una ceja enarcada y —no sé cómo por qué— le guiño uno de mis ojos.

Demasiado estúpido ya que tengo los lentes oscuros y ella no puede verlo.

—¿A dónde vamos ahora? —le pregunto una vez que ambos ya estamos dentro de la camioneta.

—¿Tienes algún compromiso? Puedo invitarte algo de comer, creo que me quedó pizza. —Intenta recordar—. Si quieres podemos pasar por una hamburguesa o... ¿quieres algo en especial?

—Comida china. —Sonrío.

—¡Estás de suerte! —exclama alegre—. En mi casa tengo para tres porciones, ¿comes mucho?

—Demasiado —afirmo.

—Creo que eso sería suficiente para ti, ¿te parece?

—Sí, no veo ningún inconveniente. Estoy libre lo que resta del día —pauso—. Las cosas has comprado, ¿piensas dejarlas en el local o vamos directamente a tu casa?

—Mi casa, Kasper irá luego por ellas, debo acomodarlas primero, tengo pensado pintar las macetas de algún diseño para que se vean mejor y no tan apagado con ese color gris que te hace querer llorar —se ríe.

—Genial. —Asiento—. Sólo me vas dando indicaciones para llegar, soy un poco malo con las calles y me pierdo si no las he memorizado antes.

—De acuerdo. —Darling estira su mano a mi cabello y estira uno de mis rulos—. Tienes el cabello largo. ¿Has pensado en cortarlo?

—Sí, lo haré antes de las presentaciones para la universidad, por mientras esperaré un poco más, debó empezar a escribir mi carta.

—¿A cuántas universidades aplicarás? —pregunta curiosa—. Dobla en esta a la derecha y luego de dos calles a la izquierda.

Al mismo tiempo que memorizo sus indicaciones, repito su pregunta en mi mente para responderle.

—A tres, uno de mis tíos quiere que presente fuera de la ciudad, sin embargo, no estoy. Quizá sea una gran oportunidad, pero no estoy listo para dejar a mi familia, a pesar de todo, la costumbre permanece, ¿sabes?

—Es normal. —Me da la razón—. Pero al final quien terminará beneficiado eres tú, podrás darles algo mejor y entre esos el orgullo de triunfar fuera de aquí, no todos tienen a capacidad que otros sí.

—Cierto...

—Entra por aquí y vas a dar vuelta en esta porque la calle es de sentido contrario —me hace saber—. Doblas en la primera a la derecha y nuevamente a la derecha, la casa roja con blanco ahí es.

—Qué puto enredo —maldigo—. ¿Por qué tus padres no pudieron comprar una casa en una zona más céntrica? Esto de las calles privadas me jode demasiado. De hecho, ya me dio dolor de cabeza.

—Señor Ego Dramático, así te llamarás ahora —advierte.

—Chúpala. —Ruedo los ojos apagando la camioneta.

Darling me da una sonrisa traviesa.

«No, no hagas eso», suplico.

—¿Me ayudas bajando las macetas? —me pide, abriendo la puerta para salir.

«¿Por qué malpensé las primeras tres palabras? Mierda, eres un puto enfermo, Aidan»

Carraspeo intentando aclararme la garganta y asiento, no pienso hablar, mi voz me va a delatar y no quiero que ella tome eso como una ventaja... si no es que ya se ha dado cuenta de que su gesto me ha puesto.

Si las personas fueran constelaciones [✔] | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora