✵ Capítulo 08

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—¿Qué demonios ocurre contigo?

La mujer cuestiona, su ceño está completamente fruncido y sus labios forman una tensa línea después que las palabras salen hacia el exterior. Su vista está sobre la mía, la cual es una seria, está amenazándome con ella y esperando por una respuesta de mi parte. Me sorprende que no ha parpadeado por un largo tiempo, de verdad.

—Solo me defendí.

Finalmente, respondo lo mismo que le he dicho hace unos minutos atrás. Mi voz es firme y trato de no romper nuestro contacto visual. Mi madre se encuentra delante de mí, tiene apoyado un brazo sobre el respaldo del sofá y la otra en su cadera, haciéndole semejanza a una jarra, la diferencia de estatura me resulta graciosa, pero debo evitar reírme porque creerá que me estoy burlando de su regaño.

Ella suelta un suspiro entrecortado y relame sus labios, agotada de la escena que estamos haciendo desde hace quince minutos. Rasca su frente con cierta irritación y agacha por un momento su mirada para después regresar a la mía.

—¿Crees que las cosas se arreglan con agresividad? —intenta reír, sin embargo, su humor no se lo permite.

—Fue él quien vino a golpearme primero —mascullo —. ¡Perdón por defenderme!

—No me levantes la voz —sentencia, apuntándome con su dedo índice.

—Y tú no me señales con el dedo como si fuese el culpable de todo.

—¡Aidan! —reprende.

Ahora, es ella quien alza la voz, talla su rostro frustrada y me vuelve a mirar, de la cocina sale Darel con un vaso en la mano, tratando de pasar por desapercibido para no ser parte del espectáculo que mamá y yo estamos montando justo ahora.

Ese pequeño tic de desesperación se hace presente y rasco la punta de mi nariz, he tratado de explicarme cómo es que han sucedido las cosas y simplemente repite lo mismo una y otra vez.

—Ya son dos veces que ocurre lo mismo —declara—. ¿Ya te viste la cicatriz de la ceja? ¡Ahora ve como tienes esa mejilla!

—¡Solo me defendí!

—¿Y cuando tú lo golpeaste primero?

—¡Ya te he dicho por qué!

—¡No!

—Bella —Darel interviene, acercándose a la mujer enfadada, poniéndose entre los dos, siendo una barrera para que mamá deje de recurrir al recurso paraverbal —. Ambos deberían tranquilizarse —dice, extendiendo sus manos, haciendo una seña de alto como de tránsito—. Aidan tiene razón, si alguien lo está atacando no va a permitir que lo terminen matando, por favor —le da una mirada de soslayo y la mujer una irónica—, solo trata de entender esa parte. Sé que odias la violencia, pero comprende un poco la situación en la que está Aidan.

—¿Ves? —le digo, elevando mis cejas—. Relájate.

—Hey —el hombre voltea a verme—, tampoco actúes así.

—De acuerdo —ella me sonríe falsamente —, pero ten en cuenta que estás castigado. No saldrás los fines de semana y olvídate de ir al taller de dibujo, espero que tus abuelos te digan algo también, no creo que a Lilian le guste saber que su nieto se anda revolcando como un animal salvaje en el instituto.

—¿Hablas en serio? —cuestiono estupefacto.

—Más que nunca.

Es lo último que dice y comienza a caminar hacia las escaleras.

Toco con la punta de mi lengua el interior de mi labio inferior y rio por la actitud que está tomando ante una simple pelea, no ha sido una riña con armas blancas ni mucho menos por razones estúpidas.

Si las personas fueran constelaciones [✔] | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora