✵ Capítulo 22

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Nunca ha sido un problema para mí fingir una sonrisa. Nunca. El problema ahora es con quien lo hago. Mantener mi cara de fastidio, la cual parece que odio a todos, me sale con tanta naturalidad que elevar la comisura de mis labios se vuelve un reto difícil. Quizá cuando yo nací, mi ceño se encontraba fruncido y el doctor le dijo a mi madre "¡Felicidades, trajo al mundo a alguien que no quiso venir!".

Bien, no estoy del todo lejos.

Aitor siempre me decía que algunas personas podían malinterpretar mis gestos y no faltaría el humano que se diera sus aires de retador para interrogarme si tenía algún problema por mirarle así. Sin embargo, yo decía que me valía una completa mierda. Solo sería cuestión de responder: "No es mi culpa por haber nacido con esta cara".

Uhm, Aitor.

A pesar de haber sido recibido de la mejor manera por una mujer de una edad avanzada, la firme línea de mis labios no cambió siquiera un poco.

André intercambia palabras con ella y asiente para, posteriormente, alejarse de nosotros. Él se voltea a mí, sosteniendo mi mirada. Yo la alejo, haciéndole saber que si he aceptado ha sido por mi tía... y también porque no me quedan más opciones.

Escucho que suspira.

—Señor Evans —la voz femenina le llama—. Puede pasar.

—Aidan —pronuncia. Tragando saliva y creando un gesto de inconformidad, me dirijo a él. Su dedo índice me apunta, su señal me confunde y enarco una ceja— Te quedas aquí, conversaré sobre algunas cosas y, si te solicita, te hablaré para que entres, ¿estamos?

—Uh-huh —musito, jugueteando con mi lengua.

—Deja tus sonidos incomprensibles —reprende, poniendo los ojos en blanco.

—Ok.

—Y tus monosílabos —agrega.

Cuando André cree que ya no tengo nada bajo la manga, me limito a asentir.

—Agh, me estresas —murmura, alejándose y negando con su cabeza.

Me quedo de pie en medio de la sala, me balanceo sobre mis talones y observo alrededor de mí. Lámparas en cada esquina, escaleras con azulejos y un espejo con marco dorado en una pared, hay cuadros y en la entrada hay un perchero. Demasiado elegante y grande para alguien que vive en una casa donde se escucha el sonido de los gatos pelear al otro lado de la calle.

Sí, mi casa.

Sujeto mi mochila y me aferro a mi cuaderno de dibujos, deslizo mis pies sobre el piso, sin alzarlos, solo me desplazo de un lado a otro. Ladeo la cabeza leyendo la descripción de cada pintura, ¿es una casa o acaso es una clase de museo?

Algunas cosas están escritas en francés, otras en italiano. Llego a una repisa llena figuras de cerámicas y retratos. Una mujer de pelo negro y ojos azules abraza a una niña y un niño. Reconozco a ambos, pero no a la señora. Sé en donde estamos. En la casa de ella. Son sus hijos y su esposo es ese "alguien" que André ha comentado que nos ayudará.

Me fijo en que aquel caballo blanco está mal acomodado, llevo mi mano hasta este y lo muevo, haciéndolo mirar al frente.

—¿Qué haces?

Alguien pregunta a mis espaldas. Alerto, giro sobre mi propio eje para descubrir de quién se trata.

La hermana de Luca. Mediana estatura, cabello por debajo de sus hombros y con una diadema verde, porta un overol violáceo con calcetas blancas cortas. ¿Es consciente de la pésima combinación que lleva?

Si las personas fueran constelaciones [✔] | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora