✵ Capítulo 11

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Las manecillas del reloj en mi muñeca se mueven lentamente, escucho a la profesora citar en francés mientras todos repiten. Me siento cansado y adormilado. Por otro lado, ya puedo ver bien, pues hace dos días, me han retirado el parche. Mejoré más rápido de lo que el doctor estimó.  

—La tâche est en attente —sentencia —. Ils peuvent se retirer.

He entendido lo que dice, aunque me mantengo en mi lugar con los ojos cerrados. A mi alrededor, soy consciente de todo el ruido que hacen mis compañeros de clases para salir del aula. Carraspeo y el sonido de mi celular, haciéndome saber que un nuevo mensaje ha llegado, ocasiona que regrese la faz de la tierra.

Aitor.

"¿Ya salieron? Estoy en biblioteca durmiendo."

Después de dos días sin hablarme por haberlo golpeado, me ha dirigido la palabra para pedirme la copia de varias tareas, llegando a mi casa con una cara de pocos amigos y un golpe aún visible en el pómulo izquierdo. No podía quejarse. Se lo merecía. Fin. 

Ruedo los ojos y guardo mi libreta junto al lapicero mientras me pongo de pie y salgo del salón, percibo la mirada de alguien sobre mi espalda. Quizá sea la señora Birtch que contornea mis movimientos, pues ha notado la ausencia de mi mejor amigo.

Me dirijo hacia la parte anterior del instituto para ir en busca del chico, tenemos una hora libre y quiero organizarme un poco con todos los proyectos que nos han empezado a dejar, nunca me ha gustado hacer todo a lo último, suelo desesperarme y arruinar las cosas. Lo último que quiero es sufrir un ataque de estrés debido a la presión que yo mismo provoco.

—¡Aidan!

Gritan detrás mío y luego unos brazos sujetan mi torso, obligándome a detener mis pasos, toco con la punta de mi lengua el interior de mi mejilla y echo la cabeza hacia un lado, observando el rostro de Becca asomarse cerca de mi hombro. Enarco una ceja.

—¿Bien? —entro en duda ante su acción desprevenida.

—¿Salimos al término del día?

Dios, sonaba tan educada y eso de alguna forma me ponía. Muy aparte de que su gesto juguetón no ayudaba en lo absoluto.

—Odio tanto tener que rechazarte, pero hoy saldré con mis abuelos y mis tíos, ellos viven en Nueva Zelanda y han venido de visita durante unas semanas —hago mueca de disgusto. Ella se aleja y envuelve mi mano, llenándose de confianza que yo aún no tengo del todo —. ¿Podría ser mañana?

Se queda pensando durante unos segundos y ladea su cabeza, creando una imagen tierna que no podré sacar durante un tiempo de mi mente.

—¿Tienes clases? —me pregunta, dibujando una sonrisa quisquillosa que me atrapa.

—No, iré a biblioteca con Aitor, ¿por qué?

Becca muerde su labio, regalándome una mirada maliciosa. Se queda en silencio y, sin responderme, sujeta mi brazo, haciendo que yo me deje llevar por ella. No pongo resistencia. Dejo que nuestro camino fluya y me olvido por ese instante del chico que posiblemente me esté esperando.

Subimos las escaleras que nos lleva al tercer piso y me doy cuenta que la chica se percata de que no se hallen personas al otro extremo del último pasillo. Sus pasos aumentan y antes de que pregunte la razón del por qué hemos venido hasta aquí, abre la puerta del pequeño salón de alemán para los alumnos avanzados.

Le pone seguro y gira hacia mí, no puedo evitar fruncir mi ceño ante la confusión que siento.

—Rebe...

Si las personas fueran constelaciones [✔] | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora