Capítulo III

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La misma rutina día tras día, se levantaba luego de dormir unas horas, cocinaba, realizaba los quehaceres del hogar y se preparaba para salir a trabajar. Con la única diferencia de que al llegar por la madrugada a su departamento este estaba a oscuras, no había ninguna nota encima de la mesa reclamándole algo o contando alguna anécdota. Se sentía solo sin la presencia de Doppo a su lado.

En el transcurso de esos meses sin él se había percatado de algo, más bien había tenido una epifanía o revelación con respecto a sus sentimientos: lo que sentía por Doppo no era simple cariño creado por años de amistad, era amor. Tampoco era amor hacia un familiar, sino que romántico, el mismo amor puro, pasional y devoto que un omega puede dedicarle a su alfa destinado. Solo que para él era imposible ser correspondido, su amor se había casado con una mujer beta que parecía hacerle feliz y era muy probable que pronto empezaran a planificar una familia.

Hifumi se tiró cansado sobre el sofá de la sala y llevó hasta su nariz un cojín que seguía teniendo rastros del aroma de Doppo. El inhalar los vestigios de sus feromonas le tranquilizaba en cierta medida, pero también era contraproducente, pues le recordaba su ausencia. Había ocasiones en que el dolor de la perdida lo devastaba y lloraba hasta quedar sin fuerzas y energías, luego tenía que pasar toda la tarde con mascarillas y tratamientos de belleza para ocultar las ojeras y la hinchazón en sus ojos: su imagen lo era todo.

La última vez que había visto a Kannonzaka fue para el día de su boda con Inohue. Él como su mejor amigo fue también el padrino de honor y el encargado de apaciguarlo y calmar su ansiedad momentos antes de la ceremonia; así como las feromonas de Doppo podían tranquilizarlo a él, la situación también podía ser al revés. Aunque generalmente el de cabellos rojizos se quejaba de que no podía comer nada dulce durante días después de sentir el aroma de Hifumi, lo cierto era que le ayudaba a calmar sus ataques de pánico y ansiedad y también aliviaban su estrés. Ese día sería el último en que el rubio utilizaría aquella técnica, a partir de ese momento sería tarea de su esposa.

Debido a lo incompatible de ambos horarios laborales, a que Doppo se estaba acostumbrando a su nueva vida de casado e Hifumi a vivir solo, no habían podido coincidir un día para ir a comer o a tomar algo; y las pocas veces que Inohue había invitado a Hifumi a cenar a la casa durante sus días libres, este se había negado usando la excusa de tener que descansar u otros compromisos hechos con anterioridad. Aunque la verdad era que no podía verlos juntos, no creía ser capaz de soportar ver la escena enmarcada en corazones y con tonos rosas.

El host decidió que merecía un baño largo para relajarse y luego de salir de entre las sales aromatizantes y la espuma en la bañera, vio que tenía un mensaje en su celular, lo revisó y se percató que provenía de su amigo. El contenido no decía mucho, solo que más que querer, necesitaba verlo. Hifumi preocupado lo llamó de inmediato mientras seguía en toalla y una cansada voz le respondió al otro lado.

—Kannonzaka Doppo, ¿en qué puedo ayudarle?

—¿Doppo? ¿por qué me hablas así?

—Oh, Hifumi, lo siento, solo contesté el teléfono sin mirar la pantalla. Que bueno que me has llamado, aunque no era necesario, con solo un mensaje hubiese bastado —la voz se animó de inmediato e Hifumi sintió como su corazón se saltaba un latido.

—Me pareció raro que me mandaras un mensaje así, ¿sucedió algo?

—La verdad es que... sí, pero lo siento, no puedo decirte en estos momentos. Lo siento, quiero comunicártelo en persona.

—Doppochin...

—Lo siento, viene mi jefe y se acerca una junta, ¿te parece que nos juntemos en un bar cercano a tu trabajo antes de que entres?

Miel MentoladaWhere stories live. Discover now