Capítulo XIII

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Doppo despertó con un calor inusual, abrió los ojos y encontró la razón de inmediato: Hifumi lo utilizaba como almohada abrazable y lo rodeaba con todos sus miembros. Estaba cautivo en los brazos del rubio. Era inusual que Hifumi durmiera más que él, generalmente despertaba temprano en sus días libres para cocinarle o era demasiado hiperactivo como para quedarse acostado en la cama retozando.

De todas formas, Doppo no quería molestarlo, además no le molestaba quedarse mirándole mientras dormía. Siempre había estado seguro de que su amigo era guapo: su piel blanca y suave como porcelana, sus pestañas largas y espesas que cualquier mujer envidiaba y aquel cabello que era como seda. Nunca tuvo envidia por su apariencia, él mismo no se encontraba feo, sino que más bien promedio en la población general, aunque como alfa dejaba bastante que desear. Además, esa apariencia a Hifumi le había traído grandes problemas con las mujeres y sobre todo alfas, que deseaban tenerlo más como trofeo que como persona.

Un profundo suspiro se escapó desde Doppo, era imposible no fijarse en alguien tan encantador como Hifumi. Y aunque no lo creía perfecto, estaba bastante cerca de ello, solo su personalidad enérgica arruinaba en algo todo. Pero claro, él ya estaba acostumbrado a ello y no le molestaba, además, ¿quién era para molestarse por la personalidad de alguien más cuando la suya era apenas aguantable?

Al parecer su suspiro había activado el sensor de vida de Hifumi y el rubio comenzó a despertar, justo a tiempo para que el asalariado detuviera su mano que se disponía a acariciar los mechones de cabello que caían sobre su rostro. La respiración se hizo más consciente y finalmente Izanami abrió los ojos, desperezándose con un estiramiento.

―¿Doppochin? ―murmuró con la voz rasposa

―¿Si?

―¿Qué hora es? ―a pesar de haber despertado, el rubio siguió acoplado a él como si fuese lo más natural del mundo.

―No lo sé, no quise moverme para no despertarte. Pero debe ser temprano aún, creo.

Aquello se sentía tan natural como cuando eran niños y compartían habitación y cama por alguna pesadilla causada por una película de terror. Pero ahora ya eran adultos, y las cosas eran completamente diferente

―Tenemos que levantarnos para salir.

―No es necesario, podríamos quedarnos acostados sin hacer nada

―¡Doppo~! Eres demasiado flojo, tienes que salir cada vez que puedas, es bueno para tu salud recibir rayos de sol. Estoy seguro de que te falta vitamina D y por eso siempre estás tan agotado.

Seguro que eso era una broma, pensó Kannonzaka, Hifumi sabía mejor que nadie que el constante estado de agotamiento de su amigo era por las extenuantes jornadas de trabajo que realizaba, la presión de su familia y el día a día. Lo único que utilizó como argumento en su defensa el asalariado, fue una de las tantas almohadas que aplastó contra la cara del rubio.

―De todas formas, ¿piensas quedarte así? Si tu no te mueves, yo no podré hacerlo y no iremos a ninguna parte.

―Tal vez la idea de quedarse un momento más acostados no es tan mala idea ―Hifumi tiró lejos la almohada con la que había sido golpeado momentos antes y siguió abrazando a Doppo de tal manera que escucha el retumbar de su corazón en el pecho.

Una mano del asalariado se colocó en su frente y sorprendido levantó la vista interrogante.

―¿No estás enfermo? Si no te sientes bien no hay problema, podemos quedarnos y...

―¡Doppo! Estoy bien, ¡no te escaparás de nuestra salida!

―No estoy tratando de escaparme, es solo que... es raro que te comportes así.

Miel MentoladaWhere stories live. Discover now