Capítulo XVIII

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Hifumi sonrió tratando de mantener la tensión bajo control, lentamente se sacó la parte superior de su traje y desató la corbata junto con desabotonar los primeros botones de su camisa, trató de demorar lo más posible aquella charla, pero finalmente se tumbó en el sillón frente a donde Doppo se encontraba sentado.

―¿A la comida le faltaba condimento? ―preguntó con tono inocente.

―No, estaba perfecta como siempre. Pero no es de eso de lo que quería hablar ―Hifumi tragó saliva―. ¿Qué fue lo que te molestó o preocupó de lo que dijo Jakurai-sensei? Sé que fue un montón de información que procesar y que quizás dijo cosas que no debía, pudo haber sobreevaluado la situación más de lo normal o haber puesto una carga enorme en ti. No quiero que te sientas preocupado, presionado o nada de eso, si crees que lo que pasó entre nosotros fue un error, incluso si quisieras olvidarlo o no verme nunca más, lo comprendería, pero por favor habla conmigo, siempre lo has hecho y no quiero que eso cambie ahora. Durante todo el día he pensado en ti, más de lo usual, ha sido incluso desesperante, y no solo pensamientos como los de preocupación de antes, sino que más profundos o incluso volátiles, como pensar en de qué color son los calcetines que te colocaste hoy; y luego de haber conversado con Jakurai-sensei todo se complicó más y no he dejado de pensar en que...

―Doppo ―lo interrumpió el host-. Por favor, no lo hagas ―se movió de lugar para arrodillarse frente a las piernas del alfa―. Yo también necesitaba tiempo para pensar, lo que ha sucedido los últimos días, no puedes negar que ha sido mucho, incluso para nosotros.

―Es por eso que lo que quieras te lo daré: tiempo, espacio, lo que necesites.

―Doppochin, lo único que necesito es a ti.

Izanami colocó su cabeza en las rodillas del otro, conocía de las inseguridades de su amigo, siempre había sido así y a él no le molestaba, pues sabía de su historial familiar y de todos los conflictos internos que el de cabellos rojizos había tenido que pasar, él solo quería ser un pilar para él, que confiara y se apoyara en su amistad. Así que, ¿qué podía hacer en esos momentos cuando era él la causa del malestar de Doppo? Ya no sabía qué hacer para demostrarle de que no se arrepentía de lo que había sucedido entre ellos, que él también lo había ansiado y que deseaba seguir en su compañía hasta el resto de sus días. Sería una batalla diaria convencerlo de su amor.

¿Amor? Claro, para él desde hacía mucho tiempo que sus sentimientos eran claros, pero Kannonzaka solo se le había declarado hace pocos días y luego de una repentina ruptura de su matrimonio, ¡ni siquiera había firmado el papel del divorcio! Estaba cometiendo adulterio, aunque el motivo de su separación había sido la infidelidad por parte de Inohue, así que no debía preocuparse en ese sentido.

Hifumi había aceptado la declaración de Doppo porque siempre lo había soñado, no quería seguir pensando ni dudando de esos sentimientos, pues su corazón no soportaría que no fuera cierto. Pero, ¿ser destinados? Aquello ya era escalar mucho, de ser amigos de la infancia a compañeros destinados en ¿una semana? Hasta él creía que era mejor tomarse las cosas con calma.

Su rubio cabello fue acariciado por los delgados y huesudos dedos del oficinista, los que en las yemas de los dedos tenían callosidades debido al continuo golpeteo contra el teclado. Aquellos toques lo relajaban, mas el simple hecho de ser tocado por Doppo lo excitaba. Aun así, se quedó quieto y con los ojos cerrados disfrutando de aquello.

―Me tienes Hifumi, lo sabes y no dudes de ello.

McGigolo sonrió.

―Sigamos que todo se solucione de manera natural, no apresuremos nada ni asumamos cosas como nuestra conexión de destinados. Solo... solo quiero disfrutar de todo esto, ¿sí, Doppochin?

Miel MentoladaWhere stories live. Discover now