Capítulo XIV

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El mundo entero de Hifumi se desplomó en cuanto se percató de la situación, su Doppo no podía despertar en celo a causa de otro omega, él podía aceptar que se enamorara gradualmente de otra persona como había sido el caso con Inohue, pero no sería capaz de soportar que el destino se lo arrebatara de esa manera, no ahora que sentía que por fin las cosas podían marchar bien para ellos dos.

Según las leyendas urbanas, contra tu pareja destinada no podías hacer nada, el hilo rojo tiraba más fuerte que cualquier cosa y era irrompible.

¿Y si eso era lo que le había sucedido a Doppo? Izanami en estado de pánico soltó sus feromonas sin darse cuenta, generando que los mismos alfas que se habían alejado por las del asalariado ahora se acercaran por él atraídos por su desesperación.

Debido a todo el alboroto que estaban causando y a la mezcla de feromonas en el aire, el omega que había despertado al alfa de Kannonzaka los miró curioso y Doppo tuvo que cerrar los ojos y morderse la mano para despertar del ensueño en el que se encontraba.

Gruñendo y con toda la fuerza de voluntad que contaba, se giró al aún desesperado host y le rogó:

―Hifumin, sácame de aquí, llévame a casa, por favor.

¿Cómo se suponía que Hifumi se acercara a él estando en ese estado cuando el propio celo del omega estaba en su último día? Los inhibidores hacían efecto pero nunca era bueno ponerlos tan a prueba.

Ahora las dos partes estaban comprometidas, aunque tampoco podía dejar a su mejor amigo en esa situación, él bien sabía lo doloroso que podía ser pasar un celo solo, y por mucho que Doppo perteneciera a la elite de los alfas, no creía que pudiese aguantar mucho más en ese estado.

Ante la nula reacción de Izanami, un alfa a cargo de la organización de la feria se acercó y con gesto autoritario comenzó a ordenar todo el caos, preocupándose también de sacar a Doppo del lugar. Hifumi solo los siguió embobado y atraído por la fuerte menta fresca que lo llamaba cegándolo de todo pensamiento coherente mientras eran llevados fuera del recinto.

El alfa que llevó a Kannonzaka afuera se le quedó mirando al rubio con gesto algo preocupado.

―¿Eres su pareja? ―ocupaba un tono que exigía respuestas e Hifumi debilitado como estaba no iba a negarse.

―No, compañero de departamento ―¿por qué decir aquello le dolía tanto?

El alfa asintió y sujetó a Doppo de los hombros para que este lo mirase.

―¿Te encuentras bien para regresar a casa o debo encerrarte en algún lugar hasta que se te pase?

―No, me encuentro bien, puedo soportarlo hasta llegar a casa, ahí están los supresores y todo lo que necesito ―el sudor comenzaba a caer por la frente del asalariado y se notaba su constante esfuerzo para mantenerse cuerdo, cualquier otro ya hubiera sucumbido a sus instintos.

El otro alfa asintió e hizo llamar a un taxi, haciendo que Doppo subiera primero al asiento trasero y cuando Hifumi iba a imitarlo, el alfa le dijo que tuviera cuidado.

Aquello el host lo sabía a la perfección, aunque jamás tendría miedo de Doppo o de lo que este pudiera hacerle; luego de subir, el omega trataba de no respirar para que no le afectaran las feromonas, pero al menos ahora estaba más tranquilo pensando en que era el único que era afectado por ellas, el chófer del auto no sufría riesgos de verse afectado ya que una separación de vidrio existía entre los asientos delanteros y traseros.

Doppo miraba con deseo y pasión a Hifumi y este sabía que no podría seguir resistiéndose mucho más, incluso estuvo tentado de decirle al taxista que simplemente los dejara en un hotel cercano y listo. Pero no, quería hacer las cosas bien y conociendo a Doppo, sabía que si pasaba aquello él nunca se perdonaría, por algo también a pesar de sus miradas y de lo cargado del ambiente no le hizo nada.

Miel MentoladaWhere stories live. Discover now