Capítulo XI

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Doppo se sobresaltó cuando sintió un peso caer encima suyo y luego un golpe en la nuca de su cabeza. De inmediato y sin tener tiempo para reaccionar a todo aquello, un sollozo bastante familiar llenó su campo auditivo y cerró los ojos. Dio la vuelta como pudo y abrazó a Hifumi quien ni siquiera se preocupaba de limpiar las gotas de lágrimas que caían desde sus dorados ojos.

—¿Serás capaz de perdonarme algún día por lo que te hice hoy día? —preguntó Kannonzaka mientras trataba de respirar lo menos posible.

—Doppochin idiota, nunca podría odiarte —Hifumi se sorbió la nariz sin importarle la apariencia que estaba mostrándole a su mejor amigo en esos momentos, estaba seguro de que lo habría visto de peor forma—. Lo que pasó fue...

¿Era el momento adecuado para confesar sus sentimientos?

—Hifumin... lo siento, en serio. —Doppo lo alejó sutilmente, los inhibidores que había tomado en la oficina de Jakurai habían hecho gran parte de efecto y apenas desprendía feromonas, pero seguía siendo problemático para el asalariado. —¿Podrías... por favor alejarte un poco mientras abro las ventanas del cuarto?

—Oh, sí, claro~ claro~ —el rubio se alejó mientras seguía sorbiendo su nariz y limpiando los ojos con las mangas de la camisa que estaba usando.

Cuando escuchó llegar a Doppo su cuerpo se puso tenso y un sudor frío lo había recorrido de pies a cabeza, se había imaginado un sinfín de situaciones en que su mejor amigo le decía que todo aquello era imposible y que lo mejor sería que continuaran sus vidas por separado, pero escucharlo disculparse de esa forma lo había enternecido y también enojado. Y ahí se encontraba ahora, en su habitación y con todo el rostro arruinado debido a las lágrimas.

―¿Sabes? Podría sacarte una foto en estos momentos y arruinar tu ascendente carrera de host mostrándola a tus clientes. ―Doppo seguía parado al lado de la ventana, quizás el olor a miel que sentía no le hubiese afectado en absoluto con anterioridad, pero ahora que era consciente de sus sentimientos, le afectaba mucho.

―¡No me veo horrible! ―se defendió Izanami―. Además mis clientas aman todo de mí, de seguro que esa foto se subastaría por bastante dinero, aunque no lo creas, ahora soy uno de los mejores tres host en el club. Dentro de poco seré el número uno y de ahí a ser el mejor en todo Shinjuku será solo cosa de tiempo.

―Si tu lo dices ―Doppo sonrió de lado pensando en que aquella presumida declaración de su amigo no le sorprendía, pues hasta él pensaba que sería así―. Si eso pasa, será cuestión de tiempo también el que conozcas a una mujer que te guste lo suficiente y se casen.

De inmediato la jovialidad que Hifumi había recuperado se esfumó, sus hombros cayeron y la mirada fue desviada hacia el piso, Doppo se maldijo por haber tocado otro tema sensible. Ahora que lo pensaba, era probable que su amigo no tuviese experiencia debido a su trauma con las mujeres y sobretodo alfas. ¿Y si lo del día anterior había sido su único contacto sexual durante toda su vida? Por lo que podía suponer, Hifumi era virgen.

Oh santos cielos.

―No estoy tan seguro de querer casarme ―confesó Izanami.

―Si... si es por tu trauma, ya lo has ido superando y no creo que...

―¡No es eso! ―Hifumi se levantó de la cama de Doppo y quejándose en voz baja del desorden que siempre había en el piso de la habitación, salió hasta que ya en la puerta de esta se dio la vuelta y con la misma sonrisa de siempre le ordenó―. Veremos una película en la sala, así que ponte cómodo mientras arreglo todo, ¿sí?

―¿Y tu trabajo?

―Tengo tres días libres por el celo. ―Dicho eso, se fue cerrando la puerta tras de sí.

Miel MentoladaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant