Capítulo 4

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—¡Elena! ¡Elena! —golpeaba Esme intensamente en su puerta mientras ella entornaba los ojos somnolientos luego de haber dormido una corta siesta. —Por Dios que eres un hurón durmiendo. Abre de una vez.

Aquel día era la boda de su hermana y aunque había dudado muchas veces, finalmente había decantado por ausentarse del acontecimiento, ahorrarle pesar y malestar a su familia, y a si misma vergüenza y humillaciones. La idea de mantenerse al margen de todo acontecimiento social, de su familia y de todos los amigos que en algún momento había tenido, pero que desde su fatídica boda y su "accidente" como solían decirle a la atrocidad que había hecho Salvin, le agobiaba y deprimía, pero era mejor así, mantenerse sola y apartada, aceptando su realidad.

—Sí señora... enseguida. —dijo apenas incorporándose y tratando de apoyarse en esa pierna maltrecha que dolía como una garra aferrada a ella que desgarraba al hacer cada paso. Se aproximó a la puerta y la entornó.

—Al fin... Dios santo... que barbaridad.

—Dígame señora que sucede...

—Vendrá el señor Callum... que tiene algo que darte para que firmes. —Elena frunció el ceño.

—¿No dijo qué sería?

—¿Tengo yo acaso cara de mayordomo?

—No señora... claro que no.

—Entonces deja de preguntar bobadas. He venido advertirte que tengas mucho cuidado con lo que firmas y con lo que haces... estás advertida. A la primera que yo sospeche, te largas de esta casa. ¿Has oído verdad?

—Sí señora, no se preocupe.

—Mejor así. —aguzó la mirada como si la escudriñara y tratara de adivinar oscuras intenciones.

Se hizo el recogido de siempre mientras Freya le ayudaba con el vestido, tomó el bastón y se aproximó a la escalera donde Gaspar aguardaba. La bajó y cuando apoyó el bastón en el suelo, se oían tenues voces que venían del estudio. Se acercó despacio y silenciosa hasta que pudo distinguir claramente la voz de Esme.

—Ten mucho cuidado Callum.

—Señora, le repito que es una formalidad del título que aún la inviste.

—Sólo te digo eso... ten mucho cuidado. No te conviene tenerme de enemiga, estoy segura que ya lo sabes.

Elena frunció el ceño y decantó por acercarse aún más para delatar su presencia allí.

—Buenos días señor Callum. —Notó al hombre nervioso, más despeinado que de costumbre y se podría decir que hasta pálido.

—Buenos días Marquesa. —Apenas esbozó una tenue sonrisa para recibirle y tomó su mano para hacer una corta reverencia.

—Usted dirá...

—Cla-claro... disculpe milady. He traído para que me firme este documento sobre el puente que atraviesa los linderos. —Elena frunció el ceño extrañada por su actitud y por la petición, pero se acercó al escritorio, tomó la pluma y firmó. —Muy bien milady, disculpe las molestias nuevamente. —Volvió a extender su mano para hacer la reverencia y dejó en su mano un papel pequeño y perfectamente doblado. Levantó la mirada y cuando sus ojos se encontraron, claramente pudo ver en ellos las suplicas porque mantuviera silencio sobre lo que le había dado. Estaba nervioso y sudaba, ella hizo un pequeño asentimiento y escondió el papel entre sus ropas disimuladamente.

—No es molestia.... Con permiso. —tomó la salida y avanzó lo más rápido que pudo hasta el espacio debajo de la escalera donde pudiera leer el mensaje sin ser vista. Lo desenrolló ansiosa y leyó.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora