Capítulo 18

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—Hawthorne... —Estiró su mano para saludarle, conteniendo su mala cara lo más que podía.

—Aiden... qué bueno que hayan podido venir, la verdad es que la velada...

—¿Te molestaría que me lleve a Elena un momento? —lo interrumpió y William frunció el ceño mirándola confundido por su actitud.

—Claro que no...

Aiden extendió su mano para que ella la tomara, pero no lo hizo de inmediato, sino que con dificultad se apoyó en el sillón y en su bastón para que finalmente él se la arrebatara.

—Vamos a bailar el vals. —pronunció casi como una orden mientras lo miraba por completo ofendida y al mismo tiempo extrañada.

—Está bien... —dijo mientras dejaba el bastón en el sillón y avanzaban con dificultad hacia la pista ante la mirada indiscreta de muchos. Aiden notó su nerviosismo y la manera en que resoplaba al sentirse el centro de atención de la reunión.

—¿Aún le incomoda?

—¿Qué cosa?

—Que la miren... —ella tragó y no respondió, pero él supo que era así. —Deje de darle tanta importancia y los demás lo harán también. Mientras usted sienta lástima y vergüenza por usted misma, los demás no lo dejaran pasar.

—No me hable como si me entendiera o si le importara. —Le dijo con firmeza.

—Y usted deje de tratarme como un pelele.

—¿De qué habla? —la tomó por la cintura cuando la música comenzaba.

—¿Debo llamar a Callum? —preguntó con ironía y ella lo miró confundida.

—No lo entiendo... hable claro y deje tanta vuelta.

—Usted deje de pavonearse con Hawthorne cuando es mi esposa. Mía. —remarcó mientras hacía una sonrisa irónica pero con el ceño aún apretado.

—Yo no me estuve pavoneando con nadie... me dejó sola en medio del salón, se apartó sin siquiera saludar a mi hermana.... —Aiden blanqueó los ojos. —...caminé como pude hasta un sillón, pues ni se preocupó de que los demás pudieran ver su mala educación. Will no ha...

—¿Will? Es decir... señora, no sé si soy yo que no me hago entender, ¿es necesario que lo llame Will? Tanta confianza, tanta amistad... me molesta demasiado... no me gusta que se burlen de mí.

—Nadie se está burlando, somos amigos desde siempre.

—¡Ya lo sé!

—No me grite.

—No estoy gritando.

—Está levantando la voz... ¿no ve cómo nos miran?

Aiden inspiró profundo, sonrió con dulzura y mirándola a los ojos continuó.

—Si no quiere que terminemos el acuerdo ahora mismo entonces manténgase en su puesto de esposa y deje de andar acariciando brazos y riendo a cualquier hombre. —masculló indignado.

—Pues fíjese que si por mí fuera, señor Hammill, ya mismo estaría en la oficina de Callum.

—Claro... y en la calle, con la loca de su ex cuñada, o casada por tercera vez con cualquiera que le de un techo y dinero, como cualquier mujerzuela...

Elena guardó silencio y no volvió a responderle. Aiden apretó sus ojos y sus labios pues sabía que la había insultado terriblemente. Sus nervios y su necesidad de quitar un poco de la rabia que lo azoraba y no entendía, lo había conducido por completo al desastre, insultándola de la peor manera. Su orgullo le apretó los labios cerrándolos, pero sus ojos que se escaparon de su control, se posaron en los suyos, brillosos de vergüenza y de tristeza.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora