Capítulo 7

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Elena no durmió en toda la noche, giró de un lado a otro sobre la cama, por momentos llorando angustiada por tanta incertidumbre, por el miedo a equivocarse; y otros entusiasmada, repleta de planes y cosas hermosas que deseaba hacer. Hacía dos años que se había sumido en la tortura de vivir con los Salvin, esclava de sus designios, con su cuerpo marcado por los golpes y olvidando por completo sus sueños y deseos. Ahora estaba a la puerta de algo distinto, no sabía si mejor, pero al menos se acercaba un poco a lo que había querido cada segundo de los últimos años.

Apenas el sol iluminó la estancia, Freya golpeó levemente la puerta de la habitación, tratando por todos los medios que nadie escuchara. Abrió y se sentó en la mecedora para que le colocara los ungüentos y así soportar un poco el dolor de su pierna, al menos hasta que saliera de esa casa y llegara a la que por al menos una semana, sería su hogar.

Se subió la falda del vestido y la doncella comenzó con los masajes.

—¿Ha descansado algo?

—Nada... no he pegado los ojos ni un instante. Estoy nerviosa, ansiosa, con miedo... todo junto. ¿Es posible cargar el corazón con tantas emociones? Siento que se me va a salir del pecho. —Freya sonrió levemente.

—Lo imagino. Yo por mi parte debo decirle mi señora que estoy angustiada por usted. No sabemos qué encontraremos allá... este hombre es cualquier cosa menos un caballero decente. ¿Cree que con la reputación que tiene lo aceptarán en el círculo social? ¿Ha pensado que la señora Esme puede apelar a que le quiten el título?

—No lo pensé... pero eso no me preocupa. Si él quiere casarse, pues eso le debe interesar a él. El acuerdo está firmado, y pase lo que pase, debe cumplirse. Me dijiste que debía ser astuta, pues en mis planes está justamente eso, serlo, y tal vez alguna vez obtenga mi libertad completa.

—Oh... señora...tenga cuidado. No es un hombre de fiar y estoy segura que es de temer.

—Puede ser... pero yo ya temo a cualquier cosa... es como si sentir miedo fuera parte de mí. Lo que sí estoy segura es que no dejaré que pase por encima de mí, Freya. Desde el primer instante me haré respetar y a cada una de las cláusulas del bendito acuerdo. —La doncella asintió. —¿Ya tienes listas tus cosas?

—Sí Marquesa, mis cosas son tan pocas...

—¿Y las mías? —rio con ironía y señaló con su rostro y un movimiento de cabeza el equipaje. Apenas un bolso.

—¿Eso es todo?

—Por supuesto. No pienso llevarme ni uno de esos vestidos de luto, ni esos descarados que me hacía poner el Marqués. El resto de las cosas no me interesan. —Freya asintió.

—¿Y cómo haremos?

—Ahora te llevas el bolso y lo escondes en la parte de abajo, antes que los demás se levanten. Yo me quedaré aquí. Cuando vea el carruaje ingresar por el camino, llamas a Gaspar para que me baje y nos vamos. Así de sencillo, no dejaré que me detenga ni pienso darle explicaciones.

—Señora... no sé qué es capaz de hacer su cuñada cuando lo sepa.

—No lo sé... pero si es necesario, pediré ayuda al cochero de Hammill. —Freya la miró con pesar y temor. —Vamos ya... deja esa cara. Apúrate para que puedas dejar las cosas en el lugar.

 Apúrate para que puedas dejar las cosas en el lugar

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