Capítulo 14

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Aún estaba oscuro, las nubes cargadas de agua cubrían el cielo como un manto lúgubre que sólo traía recuerdos terribles de la peor noche de su vida. Estaba de pie aguardando para subir al coche, la brisa fresca de la madrugada rozaba su rostro y cerró sus ojos un instante recordando sus manos arañando el barro, los perros gruñendo a su lado, el crujir de su hueso y su piel desgarrada al igual que su corazón.

—Ya estamos listos. —su voz hosca la distrajo de sus recuerdos tenebrosos, mientras él la esperaba junto a la puerta.

Freya acomodó el último baúl junto a Martin y se aproximó a ella para despedirse. Tomó sus manos mientras sentía la mirada de Aiden prendida de cada uno de sus movimientos.

—En tres días Freya, no lo olvides. Apenas tengas novedad me avisas, pues soy capaz de volver del fin del mundo para acabar con esto. —susurró.

—Sí señora.

Aiden la observaba de pie junto a la puerta del carruaje, mientras hacía la última pitada al cigarro y Martin se apoyaba a su lado

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Aiden la observaba de pie junto a la puerta del carruaje, mientras hacía la última pitada al cigarro y Martin se apoyaba a su lado.

—No olvides el encargo, John.

—Cuenta con eso. Apenas sepa algo te aviso.—Asintió mientras veía a Elena acercarse al carruaje. —Ha ido al club. —Se volvió hacia él con los ojos chispeantes.

—Mejor así, todo está saliendo como esperábamos.

—¿Le damos más?

—Todo lo que quiera el miserable. Déjalo que se entierre en deudas.

—Bien... que tengas buen viaje y consigas todo.

—Eso espero amigo... eso espero.

Se apartó levemente y Aiden ayudó a Elena a subirse.

—Cuida a Oliver y dile que le dejé un beso en la frente mientras dormía.

—Claro.

Se montaron en el coche y segundos después, los caballos comenzaron la marcha, por detrás de ellos tres hombres a caballo. Elena se apoyó en el costado de la puerta mientras observaba la casa alejarse y hacerse pequeña. Sabía que le esperaban días difíciles y solo conservaba la ilusión de que Callum tuviera buenas noticias. Aiden se acomodó junto a ella, el espacio era pequeño y los otros asientos estaban repletos de baúles pequeños sujetos con cuerdas.

Palpó su costado y sacó su arma ante los ojos atónitos de Elena que de inmediato se acomodó erguida e incrédula.

—¿Qué hace con eso? Dios mío...

—Señora... ¿usted cree que este es un romántico viaje de bodas?

—Claro que no.

—Bueno... eso... no lo es.

—¿Pero por qué un arma?

—Una no... cinco. —hizo señas con sus manos hacia los hombres que iban detrás de ellos y al cochero.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora