Capítulo 53

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Aiden se giró hacia la ventana mientras retomaba la palabra y dentro de sí mismo pedía intervención divina para que su corazón pudiera entenderle, comprender sus dolores y sus necesidades que por momentos él tampoco terminaba de aceptar.

—Bien has dicho... Aiden Foster nací, así me llamaron mis padres y así crecí y me formé; como ya lo sabes en la calle, en la miseria y sufriendo los embistes de la aristocracia y sus desprecios más crueles. Soporté la muerte de mis padres y asumí mi destino y el de mi hermana Diana... He hecho cuanto trabajo puedas imaginar y he sufrido hambre, frío, soledad y miedo, pero cuando ya pensé que no había nada más para mí en esta vida que seguir el destino de mis padres, es que el señor Hammill se apiadó de mí por alguna razón divina que desconozco, pero me dio cariño, educación, una casa y todo lo que tenía.

Murió por una extraña enfermedad, primero quedó ciego y luego se afectaron sus piernas, se pusieron oscuras y no pudo caminar más, los dolores eran terribles y sólo estuve yo a su lado hasta que la fiebre pudo más que él y murió. Lo lloré como a un padre y a pesar de todo eso, soporté los comentarios sagaces de sus pares que seguían despreciándome e inculpándome de su muerte como si fuera un aprovechado de la peor calaña, que solo se aprovechó del viejo para quitarle lo que tenía y matarlo como a un perro. Al principio me enojaba, sufría por su desparpajo para acusar de semejante manera, pero luego eso terminó de endurecerme y de hacerme ver que no pertenezco a su mundo ni lo haré nunca, y te aseguro que no sufro por eso.

Elena oía atenta y lamentaba en su corazón cada una de sus palabras, pero al mismo tiempo guardaba silencio y mantenía la mirada indiferente, nada de lo que decía justificaría lo que le había hecho y sus razones para buscarla.

—Luego sucedió lo de Diana, ya lo sabes y prefiero no recordarlo, pero sí quiero que sepas que esa fue la razón por la que hice el acuerdo contigo. Callum me ofreció información sobre ti a cambio de dinero y que le perdonara algo de sus deudas, acepté, pues tú eras la ayuda perfecta para acercarme a Marshall, eras la cuñada y sabía que en el caso, él buscaría mi ayuda. —Elena apretó el ceño y los puños, prefería no oír lo de Victoria de sus propios labios. —Quería cobrarle lo que me había quitado, con John ideamos todo... montaríamos una empresa textil para obligarlo a pedirme préstamos y terminar de quitarle todo, verlo en la miseria...

—¿Una mujer vale eso? No puedo creer lo frío que eres Aiden.

—¿De qué hablas? No es cualquier mujer, por amor a Dios

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—¿De qué hablas? No es cualquier mujer, por amor a Dios... yo la amaba y aun la amo con todo mi corazón, sé que no podré olvidarla nunca.

—No... tienes razón... no lo es. —se volvió hacia la ventana y miró hacia la calle dolida por sus palabras que eran como cuchillos afilados, pues creía que hablaba de Victoria cuando en realidad Aiden se refería a Diana. Intentaba contener las lágrimas en sus ojos, pero no obedecían a su determinación y se volcaban por sus mejillas.

—Lo siento, te lo dije una vez, soy esto que ves. Te pido perdón por mentirte con el apellido, no lo pensé en el momento, estaba cegado por el odio y esta necesidad de tenerla conmigo, y que por ese miserable fuera imposible.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora