10. 10.000 euros

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El desayuno es la comida más importante del día, o eso dicen los entendidos. Alba había tenido, probablemente, el mejor de su vida hasta ahora. Había disfrutado de cada bocado y sorbo, aunque lo que más eufórica la tenía era el hecho de que Nat había preparado aquella bandeja cuando hacía unos días se había negado rotundamente a calentarle una taza de leche. Hacerla cambiar de opinión y desordenarle los esquemas era tan fascinante como excitante.

—Manu dice que nos quiere en el Jukebox's en una hora y media—informó Natalia mirando el móvil—. Joder, en to' la hora de la comida.

—Tenemos tiempo todavía—insinuó la rubia, llevándose un dedo a la boca. La morena sonrió torcido. ¿De verdad había arreglado su cagada solo con tostar pan y servir zumito de la nevera? Se acercó con aires de superioridad y orgullo, besándola como ella quería y deseaba. Deshizo su boca en la de su amante como había estado imaginando toda la noche, y esta se derritió al sentirla tan poderosa sobre su cuerpo. Tenía que reconocer que la vena dominante de la chica la traía loca, aunque a veces buscara hacerla desaparecer y cabrearla. Ambas cosas tenían su punto.

—¿Dónde crees que vas? —preguntó Natalia al ver cómo la pequeña se escabullía de sus brazos y se sentaba sobre su torso. Comenzó a restregarse con gesto sugerente, agarrando sus pechos como punto de apoyo—. Vale... bien...

El baile fue a más, desnudándose frente a la chica sin ningún tipo de reparo ni vergüenza. La morena disfrutaba de cada segundo que le regalaba, aguantándose las ganas. Alba balanceó sus caderas acercándose a su sexo, lo que tensó aún más a la joven que estaba bajo ella.

—¿Qué quieres que te haga? —vaciló. Natalia no quería pedirle nada, no era su estilo. No podía rendirse tan fácilmente—. Muy bien—la chica paró en seco, cortándole todo el rollo y esbozando una sonrisa victoriosa que la navarra ya había visto y sufrido antes.

—Eh... —Lacunza bufó—. Pues... —no era capaz de pronunciarse. Alba disfrutaba de su nervio, la manera en la que su firmeza se reblandecía ante su poder. Las manos de Natalia vagaron con disimulo hasta agarrar la cintura de la rubia, la cual movió ella misma como lo estaba haciendo antes. La navarra irguió su cuerpo hasta besar a mordiscos el cuello de su presa. Alba la frenó, separándola con las manos y con un gesto poco amigable.

—Me lo vas a tener que pedir—dijo, yendo más allá. Agarró su nuca para que no volviera a tumbarse, mirándose de frente y muy cerca. Alba coló su mano en la ropa interior de la chica, presionándole el clítoris con certeza. Natalia se mordió el labio, asumiendo que estaba atrapada. La valenciana sonreía invicta y sacó de un tirón la camiseta de la chica. Apartó el sujetador sin llegar a desabrocharlo para succionarle uno de los pechos, consiguiendo que se desestabilizara por completo.

—Vale, vale... —se dejó llevar, totalmente perdida—. Quiero que me... folles—susurró—ahora.

—Así sí—contestó, satisfecha con el resultado. Había conseguido amansar a esa fiera dos veces en una misma mañana. La rubia, con su cuerpo candente, se atrevió a hacer lo que sus ideas más malévolas le pedían. Mordió el labio de Natalia y tiró de él hacia abajo—. Tenemos que irnos al Jukebox's, preciosa.

—¿Piensas dejarme así...? —preguntó incrédula—. No te creo.

—Oye, las quejas a Manu—contestó, riéndose por dentro. A ver si la próxima vez también me mandas para mi casa, morenaza. Espero que escarmientes después de lo de anoche y lo de ahora...

Pero si falta todavía... —sus súplicas no le valieron para nada.

El camino fue silencioso y tenso entre ellas, aunque Alba lo disfrutaba como una enana. También temía la venganza, o la esperaba con deseo, no estaba segura. Sabía que Natalia no se quedaría quieta después de todo.

Manos Arriba -  (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now