14. Tú y yo no somos como todo el mundo

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No estaba. Llamó al timbre mil y una veces sin recibir ningún tipo de respuesta. Eran las 22:43, ¿por qué demonios aun no estaba en casa? ¿Le habría pasado algo? Seguro que está con el medicucho, y yo aquí como una imbécil intentando declararme, llegó a pensar Natalia. Sin embargo, un ruido procedente del interior la alejó de sus pensamientos. Sin pensárselo dos veces, forzó la puerta. Espero que alguna vez me dejes entrar sin tener que hacer esto, Alba.

—¡Alba! ¡Alba! —gritó un pajarraco enorme y colorido desde una jaula muy grande.

—¿Qué coño?

—¿Qué coño? ¿Qué coño? —repitió, haciendo que Natalia diera una carcajada. Se acercó al animal y colocó su índice entre las rejas. El ave le dio un picotazo—. ¡Cabrón!

—¡Cabrón! ¡Cabrón!

—No sabía que Alba tenía una mascota—sonrió, manteniéndose a una distancia prudente del loro.

—¡Alba! ¡Alba! —gritó entusiasmado. Natalia volvió a ponerle el dedo, esta vez lo retiró antes de que fuese alcanzado, vacilándole—. ¡Alba! ¡Alba! ¡Alba!

—¿Qué coño haces aquí? —apareció de pronto la rubia con mejor aspecto que antes. La morena se giró sin saber muy bien qué decirle—. Tía, deja de colarte en mi casa. Podrías haberme llamado, como hace todo el mundo.

—Tú y yo no somos como todo el mundo—replicó.

La lluvia la pilló por sorpresa. Entró aceleradamente en el Jukebox's dispuesta a averiguar más acerca de la inesperada noticia que le habían dado sus compañeros María y Miki. ¿Cómo podían haber echado a Alba?

Sin embargo, antes de pasar a la zona de operaciones oyó una voz que no le sonaba de nada. Asomó la cabeza con miedo a que alguien del restaurante se hubiese adentrado allí. Pero lo que vieron sus ojos no era un intruso al uso, era una poli. Una poli de uniforme azul, pistola y gorra que acariciaba un misterioso maletín lleno de billetes morados.

—Me cago en la puta—murmuró Julia, extremando la precaución. Le temblaban las manos.

—¡Me alegra que hayas venido! —exclamó Manu al otro lado. ¿Manu? ¿Qué coño hace Manu con una poli?

—Es un riesgo innecesario estar aquí, Guix—le dijo ella—. No deberíamos vernos en este sitio.

—Noemí, confía en mí. Está todo controlado. Va a salir tal y como planeamos—sonrió, dejando un beso en sus labios. Julia lo escuchó todo. Presa del pánico, desapareció del local antes de que la viesen con cientos de preguntas sin respuesta. ¿Es Manu un farsante? ¿Es un infiltrado de la policía? ¿El plan es una trampa para cazarnos?

El loro seguía gritando eufórico el nombre de su dueña. Le alegraba profundamente verla de nuevo porque últimamente apenas pasaban tiempo juntos.

—Veo que ya conoces a Queen—le dijo a Nat, más relajada.

—Sí. Me ha dado un buen picotazo—Alba carcajeó—. ¿Cómo cojones no lo vi la otra vez?

—Estabas to' concentrada en dejarme claro que solo querías sexo conmigo, ¿recuerdas?

—No seas tan dura conmigo—le pidió casi con súplica—. No... no estoy aquí para discutir.

—¿Entonces? —Alba abrió la jaula de Queen para liberarla. Se la colocó en el hombro y esta comenzó a restregarse con el pelo rubio y fino de su dueña. Natalia puso una mueca que mezclaba ternura y miedo. Ahora no podría apartarle el dedo.

—¿Tienes hambre? He traído comidita—sonrió. Alba asintió y ambas se sentaron en la mesa del comedor. El piso era muy oscuro, a excepción de unas luces puntuales que le daban un aspecto más lúgubre aún.

Manos Arriba -  (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now