23. ¿Buscas esto?

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Volvían a estar todos en el Jukebox's.

Cuando Alba y Natalia llegaron, encontraron a María sentada en el suelo con las piernas abiertas mientras afilaba un cuchillo. Miki tenía un caos de papeles sobre la mesa, los cuales no paraba de subrayar en amarillo, y Julia y Manu estaban concentrados en el ordenador portátil.

-Buenas-saludó Alba, haciendo que los miembros de la banda pausaran sus actividades para alzar los ojos y encontrarse con las dos fugitivas. Estuvieron mirándolas una eternidad, o eso les pareció a ellas. Aquel reencuentro era frío y tenso. Natalia se había creído que las habían perdonado, sintiéndose en deuda con ellos. Alba sabía que no era así, que Elena había movido unos hilos, los cuales desconocía, y la banda tenía que tratar de mantener la compostura y cumplir la promesa que les habían hecho a la hermana pequeña de las Lacunza.

-Eh... sabemos que... Bueno, sé que hice mal. Debí informaros y no lo hice. Os... os agradezco que...

-Está bien, está bien-cabeceó Manu-. Pasad.

-Te he traído algo-avanzó Natalia, que suspiraba aliviada de no tener que alargar más su discurso de disculpas-. Un Jeep de siete plazas. Es la puta hostia. Muy espacioso y cómodo para nuestro viaje a Suiza-torció un poco la comisura en busca de una sonrisa cómplice por parte del resto de atracadores. Solo Julia lo hizo.

-Pensé que era el dinero que nos robaste-atacó Manu, recordándose a sí mismo su papel. Tenía que actuar como si Elena no les hubiera dado parte de la deuda, por lo que ese tipo de comentarios eran totalmente necesarios-. Pero bueno, tampoco te voy a decir que no lo quiero. En el Peugeot te dabas con el techo-bromeó, arrancando las risas de los atracadores-. ¿Le has cambiado la matrícula? -ante el asentimiento convencido de Natalia, le pidió a Miki que revisase el vehículo por completo por si este contara con algún tipo de localizador o sistema de seguridad avanzado.

-Oye rubia, me alegro de que todo saliera bien-dijo María sin mirarla, y tanto Miki como Julia apoyaron el mensaje-. Aunque reconozco que cuando vi la caja fuerte casi vacía quise arrancaros los ojos. Y lo que no son los ojos.

Alba lo agradeció sonriente, aunque no tenía muchas ganas de estirar sus comisuras, ni siquiera para reírse de aquella broma. El viaje de la noche anterior la había dejado completamente cao. Y no solo por las horas que pasó en el coche. La discusión con Natalia y el vacío que sintió durante la noche. La morena le había insistido en que durmiera en su cama, que ella se quedaría en el sofá. No quería ni rozarse con ella. Ni mirarla. Y si no fuera porque Elena se empeñó en que Alba se quedase, la rubia se hubiera ido a su piso, aunque hubiera tenido que hacerlo andando. No soportaba la nueva actitud de Natalia. Su empeño en dejar la relación que tenían aun cuando la quería, tal y como le había reconocido.

Pasaron tres días de frío. No literal, sino más bien sentimental. Cada vez que la rubia intentaba acercarse a Natalia, esta huía, poniendo tierra de por medio y contestándole con monosílabos. No era un tono borde, era más bien doloroso. Igual que su mirada, repleta de tristeza. La impotencia iba creciendo en Alba hasta que se acordó de la estrategia que funcionó con la pamplonica cuando se empeñó en decir que no sentía nada por ella: la ignorancia.

-Alba, ¿entras tú primero? -le preguntó Natalia, manteniendo su tono serio y oscuro. La chica se dio media vuelta, mirándola para dejarle claro que se había enterado perfectamente y que aquel silencio era adrede.

¿Estoy cavando mi propia tumba? Puede. Puede que esto me estalle otra vez en la cara. Natalia no está haciendo esto porque quiere, a Natalia le pasa algo que se me escapa. Solo voy a conseguir hacerle daño, porque eso me hizo ver cuando me explicó que no era una roca por voluntad propia. No quiero que esté mal, claro que no. Pero es que... si no la hago reaccionar la perderé, y yo me perderé con ella. Natalia me quiere, me lo demuestra hasta cuando trata de no hacerlo. Por eso tengo que... forzarla hasta que se abra y poder ayudarla de verdad. Convencerla de que es tan capaz de amar como cualquier otro ser humano.

Manos Arriba -  (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now