Capítulo 50

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James Diamond.

-¡Mierda!

El cuarto teléfono se estrelló en la pared de mi oficina. Hace dos días que solo había llegado a los Ángeles y la ultima vez que vi a Charlotte, fue en el colegio ignorándome por completo y mostrándome la tristeza en sus ojos. Me duele demasiado saber que no quiere nada de mi y mucho menos verme, no me contestaba las llamadas.

-Sr. ¿Sucede algo? Hemos escuchado un estruendo en la oficina y...

-Largo. – Una vez más la pobre de leticia sufría mi coraje.

Tenía ganas de matar a todo aquel que se cruzaba en mi camino, a todo aquel que me impidiera estar con la hermosa Charlotte.

-James debemos hablar – Damián entro en mi oficina. Los dos solos.

-No estoy para juegos Damián, si es por los contratos que debo firmar, ahí están sobre el escritorio, puedes largarte.

Metí las manos en mi bolsillo y miré a través del gran ventanal, la ciudad transitaba ante mis pies.

-¿Los has leído tan siquiera?

Al no escuchar mi respuesta continúo.

-James, lo de menos en este momento son los malditos contratos, ¿Me dirás que te tiene tan molesto estos días? Recuerda en la noche tienes la fiesta de gala de Nicolette, debes de estar ahí, la prensa ha sido confirmada.

-No iré y ya te dije mi acuerdo había sido que la prensa no publicara nada de esa noche, sino se puede cumplir, no iré, punto final. – Mi exasperación era mucha.

-James, madre tampoco te ha visto, recuerda que esta empresa es de todos, no solo puedes escaparte porque si, ¿Es por aquella niña verdad? Se te ha metido hasta los huevos.

-¡Cállate Damián! No la conoces. – Me dolía la barbilla de tanto apretarla.

-Te lo dije hermano, cuando llegué la indicada, vas a sufrir como el canijo que eres. Y aquí esta la prueba viviente, ¿La has cagado cierto?

-Lárgate, no quiero ver a nadie más.

-Lo tomaré como un sí. Recuerda, esta noche en la fiesta de Nicolette, tu solo debes de asistir. – Sin una respuesta se fue dejándome solo. Hundiéndome en mi mierda.

Del pequeño bar en mi oficina una nueva botella de wiski fue abierta. Nada me importaba más en estos momentos que la pequeña Charlotte, mi pequeña Charlotte. 

-Leticia, cancela cualquier junta en todo el día y avísale a Brant que lo veré en mi departamento. También hazme llegar un nuevo celular. – Pulse el interfono y como buena secretaria se puso manos a la obra.

El pequeño Audi R8 rugía ante el pavimento, me asqueaba con el solo hecho de quedarme en esa oficina y recordar los pequeños ojos llorosos de Charlotte, nunca antes me había importado ver a una mujer llorar, pero con ella todo era distinto, ella me atraía y me hacia parecer expuesto ante su mirada, me perdía en ella como nunca antes lo había experimentado, con solo tocarla me podía correr en ella, Charlotte era mi amuleto.

Una nueva botella de Jack Daniels estaba siendo abierta para ahogarme en ella, los recuerdos se nublaban con alcohol, lo que menos necesitaba era recordar su piel debajo de la mía, sus labios pronunciando sus gemidos, sus ojos volviéndose nublosos, no, no debía matarme de esa manera. Unos minutos después la puerta del departamento timbró.

Al abrirla un corpulento Brant se presentó. Lo deje pasar, nos sentamos en el sofá y le expliqué que me interesaba de él, cuál sería su próximo trabajo, como buen hombre de confianza solo asintió y escuchó todo lo que le pedí, minutos mas tarde se retiró asegurándome que cualquier información la tendría al instante.

¿Jugamos? EDITANDO.Where stories live. Discover now