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Yo, niño, flor y nube, me declaro de la vid,
de los que no comprenden ni quieren hacerlo,
no en demasía.
Tengo pasión y cariño por este silencio,
se entreteje en mis venas
y digiere mis estigmas, mis desconsuelos,
me encamina el tuétano, el paso, el lamento,
se hace mi criba y me limpia, me enseña,
que ningún sufrimiento, por grande que sea,
dura y permanece ni es eterno.

Yo, niño, flor y nube, me aconsejo
en los quereres del que sabe
que amando se pasan todos, los viejos,
los duros, los grandes pesares.
Es mi rima el vivir la aventura
de saber que un día
es lo que se necesita para dar el paso
que conquista la ausencia.

Doy el paso,
y la rima hace lo suyo, prospera.

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora