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Vertamos alma y tuétano,
médula y pálpito
en esta oda a un vestigio que surge
y se ve de tanto en tanto
coloreando la aurora al que pueda ver.
Porque tarde o temprano
habrá uno entre nosotros, viajero,
que cruce la línea limítrofe
entre este cielo de concreto
y el otro menos denso.
Hagamos té de flores,
de muchachas, de querubes,
de aplausos desoídos,
de todo lo manso, lo oportuno,
de lo que no enceguece ni decae.
De lo que en estruendo vence de puntillas,
con aquella calidez de infancia, nobleza y pudor.
Hagamos alimento de una estrofa amante
con contextura venusina, inocentemente orlada,
que cabalgue albores,
que nos prive del dolor lejano,
que nos haga promesas
de futuras alboradas.

Aquestas plumas de otoño ©Where stories live. Discover now