15. Jefe

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15. Jefe.

Santiago.

Tres toques a la puerta son suficientes para que mi jefe responda que sí puedo entrar a su oficina. Me cuesta un poco girar la manilla de la puerta gracias a que sostengo una taza de café en cada una de mis manos, pero cuando al fin logro abrirla hago mi camino hasta el escritorio con el fin de entregar las tazas de café a mi jefe y su socia.

—Perdonen la interrupción. —Es lo primero y único que digo mientras les extiendo a ambos sus cafés.

Por su expresión, sé que la mujer de cabello corto está satisfecha con su bebida. Mientras tanto, la expresión de mi jefe no muestra más que descontento y repulsión.

—¿Qué es esta mierda? —inquiere frunciendo su entrecejo.

—Ese es su café, señor. —Mi tono está lleno de dudas. No tengo ni idea de si debo o no responder ante esa actitud.

Un resoplido de su parte hace que las dudas sean reemplazadas por una rabia que no dejo ver. No puedo creer que exista una persona tan mal agradecida y repugnante como este hombre; solo quiere demostrar su poder delante de su socia.

—Es una total mierda. Ve a ver si aprendes a preparar café, niñito. No te contraté para que en lugar de aprender cómo me gustan las cosas andes vagueando por ahí. —Sus palabras solo intensifican la ira que sé ocultar muy bien—. En tu escritorio dejé unos papeles, debes organizarlos y revisarlos.

Me quedo estático. Una parte de mí espera una disculpa de su parte, pero sé muy bien que es imposible que eso pase.

—Ya veremos cómo te va con el papeleo. Aunque si no sabes hacer un café, mucho menos podrás con los papeles.

Cuando alguien me subestima trato de demostrarle que soy mejor de lo que cree y puedo hacer más de lo que piensan. Eso haré esta vez. Estoy decidido a impresionar a este señor.

—Con permiso. —Es lo único que digo antes de salir de su oficina y dirigirme a mi escritorio.

Me siento en la silla negra y comienzo a trabajar en los documentos. El tiempo pasa volando y desde mi ventana puedo ver al sol perderse anunciando la llegada de la noche; a esta hora debería regresar a casa, pero prefiero quedarme aquí para adelantar el papeleo.

Tengo que impresionar al señor Jones.

Tengo que lograrlo.


El color de su vejezWhere stories live. Discover now