VEINTIUNO

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Iban de camino al café de Lita a buscar las cajas de cartón, que estuvo guardando la castaña durante tres días

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Iban de camino al café de Lita a buscar las cajas de cartón, que estuvo guardando la castaña durante tres días. Por fin hoy, Haruka se mudaría a la casa de Serena. El día estaba radiante y si no fuera porque necesitaban aquellas cajas, no molestarían a su amiga el único día que no abría el café.

—¿Cómo haremos con los muebles? —preguntó Serena mientras comía un emparedado— ¿contrataste un servicio de mudanzas?

—Técnicamente, los muebles no son míos —contestó Haruka sin sacar la vista de la carretera— son parte del departamento, sólo me llevaré mi ropa, los utensilios de cocina y electrodomésticos.

—Entonces no necesitaremos ayuda.

—¿Segura que te encuentras bien? ¿Soportaras el ajetreo?

No pudo evitar que se le notara la preocupación en su voz.

—Estoy bien, me siento muy bien. No quiero quedarme en cama, mientras estás solo empacando tus cosas.

—De acuerdo, entonces no llamaré a nadie más.

Haruka realmente se preocupaba por ella, durante la semana midieron su presión arterial tal y como ordenó el doctor; sufría de una leve subida estando en descanso pero apenas comenzaba alguna actividad, su presión arterial subía bastante y llegaba incluso a la ceguera, ya no era sólo una vista borrosa la que las atormentaba. Estaba segura de que Serena sufría de una preeclampcia temprana.

Aparcó frente al café y bajaron con cuidado, Lita y Ami las recibieron con entusiasmo. A Serena no le duró el gusto por salir y hacer algo, pues Haruka la dejó sentada dentro del café y se dedicó a subir las cajas a su auto, iban desarmadas y apiladas formando cuatro planchas de cinco cartones.

—No es justo —se quejó la muchacha, mientras Ami medía su presión— le dije que me siento bien.

—Sólo quiere cuidarte, Serena. Está preocupado por ti —contestó su amiga con parsimonia.

Anotó en el papel lo que el tensiómetro le indicaba y le quitó todos los enseres a la muchacha. Era justo como Haruka dijo, tenía la presión ligeramente elevada por el trajín de ir al café.

—¿Te duele la cabeza? —preguntó observándola.

—Sólo un poco ¿me traerías un vaso con agua? por favor —solicitó la rubia suspirando un poco. Entrar al lugar la había cansado.

Su amiga asintió y se apresuró en llevárselo lo más pronto posible. Haruka y Lita entraron al local, ya habían terminado de acomodar todo lo que necesitaban.

—¿Te encuentras bien, bombón? —indagó Haruka al acercarse, Serena se veía agotada.

—Sólo algo cansada —suspiró sonriendo— te prometo que estoy bien cariño, no te preocupes.

Ami le entregó el vaso con agua, la sintió fría al tacto y fue un alivio beber aquel líquido tan refrescante, bebió todo el contenido del vaso y pidió más, Lita le acercó una jarra llena. Se sirvió más agua y la debió de un solo trago.

Mi chica predilecta ©Where stories live. Discover now