9. Cuentas claras

8.2K 792 120
                                    

Ser proclamado líder de algo siempre era una gran responsabilidad, más si ese algo era un grupo de personas que ante cualquier error podrían devorarte vivo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ser proclamado líder de algo siempre era una gran responsabilidad, más si ese algo era un grupo de personas que ante cualquier error podrían devorarte vivo.

Resulta irónico que, de todos los miembros, fuera en apariencia el más joven quien estuviera al mando.

Lo cierto es que, de los que quedaban aquí en Atenas, yo era el más antiguo.

Mientras recorrimos el mundo, jamás fue necesario unirnos a un grupo, aunque, si lo había en la zona donde residíamos, teníamos que respetar sus costumbres, reglas y tratados; pero no se encontraban muchos, la gran mayoría seguía en Grecia y los pocos que se desplazaron por el mundo iban a su suerte, solos, en pequeños clanes o familias como la nuestra.

El de Atenas era uno de los más grandes, pues todos los vampiros existentes en el pueblo y sus adyacencias se regían por las leyes de mi "abuelo". El Vriklas original, creador de este y considerado casi un rey.

Todo el clan se reuniría esta noche para el cumpleaños de Agniet, todos eran personas "normales" y exitosas amantes a jugar a la burguesía humana, este tipo de fiestas eran ideales para ellos.

Habría también humanos al azar, socios de Athan y unos chicos del pueblo invitados por Agniet, los cuáles elegí creer que no vendrían como bocadillos.

La ruidosa moto de Evan se estacionó frente a mi casa y rodé los ojos antes de bajar a su encuentro. Al menos llevaba una camisa debajo de su chaqueta de cuero y no lucía enteramente como un vagabundo.

—¿Por qué la has traído? —apunté a su medio de transporte con la barbilla.

Se encogió de hombros.

La actitud de Evan era una de las pocas cosas que lograba sacarme de quicio, nada parecía importarle. Su voluntad era un roble, impenetrable.

—Quiero que mantengas siempre un ojo sobre ellas —continué sin darle mucha importancia—. Nunca sabes quién va a elegirlas como aperitivo.

—¿Entonces para que las traes?

Sonreí.

—Solo quiero divertirme un poco.

Él bufó, sí, a eso me refería.

En mi camioneta marchamos a buscar a las chicas, Evan no me dirigió la palabra ni siquiera cuando subí todo el volumen a la música.

Cogí el primer desvío que vi hacía el bosque y me detuve indicando a mi copiloto que bajara conmigo.

Tal vez era hora de probarlo un poco.

—¿Qué se supone que...?

En un movimiento casi imperceptible lo tomé del cuello estrellándolo contra un árbol.

No pudo ocultar su sorpresa pero mantuvo al margen su expresión.

—Me estoy hartando de ti y tu poco respeto por tu líder.

Colder✅ [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora