34. Amigos del Pasado

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Lu, lo que hago por ti.

A las siete de la mañana llegó la primera llamada

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A las siete de la mañana llegó la primera llamada.

Era el número de Kate, pero el emisor era distinto.

Una desesperada voz que cuestionaba el paradero de su nieta.

Entre todos ya habíamos planeado que decir, los cuatro teléfonos fueron sonando uno a uno y uno a uno fuimos dando nuestras respuestas.

No, no habíamos visto a Ana.

No, no estábamos en el pueblo.

Habíamos salido de viaje con los Vriklas.

No, Ana no había planeado ir porque estaba enferma.

Si, volveríamos al instante para ayudar con la búsqueda.

Nos miramos entre todos cuando Arion, quien había sido el último en hablar, colgó. Su móvil pasó silbando a una velocidad de vértigo justo al lado de mi cabeza y término hecho pedazos luego de estrellarse contra la pared.

—Tenemos que volver —dijo por décima vez, levantándose.

—¿Viste la cantidad de Vampiros que había? ¿Y sus halos de energía? Irradiaban poder, odio admitirlo, pero solo tú puedes igualar el poder de alguno de ellos y ni de cerca seríamos suficientes para enfrentarlos.

Aunque decía esto, la verdad es que no sabía cómo sentirme. La capacidad de Ana para meterse bajo la piel de las personas era tan poderosa que no te dabas cuenta hasta que ya era demasiado tarde. Dentro de mí la impotencia bullía y tal cómo Arion, solo quería drenarla con cualquier cosa; podía soportar que lo eligiera a él, pero no esto, no esperar sin hacer nada mientras Ashton esté con ella pensando en quien sabe qué.

Otro objeto osciló hasta la pared.

—Evan tiene razón —continuó Val—. También quiero a Ana de vuelta, no es lo mejor actuar improvisadamente, sobre todo viendo lo que Ashton ha conseguido.

—Entiendan que no voy a dejarla con ese fenómeno más tiempo, no soy capaz de permitirlo sabiendo lo que él le hizo.

—¿Que le hizo? —inquirió Dick— Porque tu mirada dice que no fue solo lo del cambio.

Le dediqué una mala mirada, aunque no fue nada comparada con la de Arion.

—Estamos juntos en esto ¿No? Tenemos derecho a saber.

—No, no lo tienen —zanjó Arion—. Solo le corresponde a Ana.

Cogió el abrigo del mueble y salió, no sin antes darme una mirada de advertencia. Tampoco yo sería capaz de contar lo del abuso de Ana, era algo personal.

—¿A qué se refiere?

—Ya lo oíste.

—¿Qué es tan drástico como para que se ponga así? —insistió Val.

Colder✅ [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora