15. El nombre de Dios

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En este momento lo único que podía fingir era que no había pasado lo que en realidad pasó, no había besado a Arion, no había sucedido

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En este momento lo único que podía fingir era que no había pasado lo que en realidad pasó, no había besado a Arion, no había sucedido.

Habíamos salido, habíamos ido a la iglesia, habíamos hablado, nos habíamos peleado como siempre y había vuelto a casa, no, mejor que eso; ni siquiera había atendido a la urgencia de su golpe en mi ventana, nunca salí, nunca...

Vamos Anabelle, todos aquí saben que no puedes hacer eso.

Me estaba carcomiendo, no podía pensar en mas nada, cada vez que cerraba los ojos volvía a ver su rostro, sus increíblemente pálidos ojos azules, fríos como el hielo fijos en los míos, la rabia que emanaban cuando lo dije que no podía irme.

Cada detalle estaba impreso a fuego en mi memoria, no podía respirar sin verlo y sentirlo.

Y ahí estaba, mirando al techo, sin haber pegado un ojo en toda la noche, sin haberle dirigido la palabra después de que me trajera a casa, después de no haberle hecho todas las preguntas que pasaban por mi mente y que eran el motivo de porque había ido con él en primer lugar.

Había sido tan estúpida, incluso he llegado a pensar que el beso no fue más que una distracción, no podía interesarle a Arion de aquél modo, él era tan incitadoramente peligroso. Y aunque quería convencerme de que no significó nada, no podía.

Deja de ser tú...

Si no lo haces no podré odiarte...

Sus palabras me calaban tan hondo. Estaba cediendo, sin duda lo estaba, no podía permitirlo, debía comenzar a atar los cabos de lo que ocultaba Arion, sin perderme en él en el trayecto.

Justo ahora quería distraerme de ese beso, lo necesitaba urgentemente. Tomé la laptop de Kate y abrí el libro por dónde lo había dejado.

...Se decía que en bosque habitaba un ser hecho niebla, capaz de helar el mismísimo aire a su alrededor.

El destino de los que perdían su rumbo en el bosque era marcado por esta criatura, era su venganza sobre aquellos de alma oscura, tras ellos iban los fríos Vrykolakas.

Había más cosas, testimonios de personas que se habían encontrado cara a cara con ellos y que los describían como la misma muerte, otros decían que tenían poder en sus ojos, que se metían en las mentes para jugar con ellas. El mito cerraba con una ilustración que me recordó a los dementores de Harry Potter, era una extraña figura alta y lánguida envuelta en nubes, o tal vez niebla y sostenía el cuerpo de una mujer mientras succionaba su vida.

"Los Vrykolakas se alimentan de las propias almas". Rezaba el pie de la imagen.

Puse un recordatorio para investigar más luego.

Para cuando leí la absurda leyenda del hombre oso, que sí parecía un cuento inventado al azar para asustar a los niños, ya había comenzado a amanecer.

Colder✅ [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora