26. El nacimiento de un alma cegada

6K 545 44
                                    

Londres, 2001

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Londres, 2001...

Verlo bailar era tan fascinante, se movía con tal soltura que parecía un ángel desplazándose sobre nubes sin apenas rozarles.

Incluso tres años de vivir con él, verle resultaba impresionante, su belleza te tomaba desprevenido por momentos y era imposible no maravillarse con cada uno de sus elegantes movimientos, su pelo ya no iba castaño como cuando lo conocí, ahora lo tenía muy rubio, él dijo que en mucho tiempo, cien años o así, mi cabello estaría igual.

Tampoco me acostumbraba a eso, había días en los que podía despertar y olvidar lo que era, fingir ser una humana común, pero luego me miraba en el espejo y veía aquél rostro inmaculado de belleza antinatural y esas piscinas azules donde antes había ojos simples de color café.

Apenas recordaba algunos detalles de mi vida, nada tan nítido como para crear una imagen concreta.

A Arion le debía todo, me había dado un techo, una familia, un nombre; me ayudó a forjar mi identidad y a acostumbrarme a lo que sería mi nueva vida. Unos cuantos días me esforzaba por recordar todo aquello que había dejado atrás en aquél pueblo al que no pensaba regresar, pero me era inútil. Arion decía que mis recuerdos se perdieron con la transformación.

En un principio creímos que podría continuar con mi vida humana, que ese limbo mortal/inmortal era pasajero y no tendría que pasar al lado oscuro.

Aún recuerdo todas las noches de fiebre y dolores incontrolables por las que tuve que pasar, Athan nos explico que esa era la forma más cruel de transformar, dándonos su sangre y su fuerza pero sin matarnos del todo, convirtiéndonos en un híbrido que luego se haría un inmortal con más posibilidades de enloquecer que cualquier otro. Aquello me atormentaba, cada noche temía que eso pasara, me veía perdiendo el juicio y mis ojos como esos que vi morir a manos de Athan en Grecia hace un año, los cegados.

Suspiré aplaudiendo cuando Arion dejó a la señora de edad en su asiento, esta era una de las primeras galas que Athan organizaba para su compañía.

Arion decía que debíamos turnarnos las identidades, aunque no permanecíamos mucho en los sitios, este año seríamos sus hijos, luego cambiaríamos de titulo. Pero algo era nuestro para siempre, el legado de los Vriklas, que aún seguía sin saber cual era. Solo sabía que ellos eran tratados como dioses en Grecia.

Pensándolo bien...nah, esta cosa de vampiros ya era demasiado.

—Señorita —se acercó haciendo una reverencia—. Me permite.

Negué rotundamente.

—Se me da de pena, A.

—Vamos Agni, la noche es joven, pero esas señoras de allá no y no van a dejarme en paz —hizo un puchero y me fue imposible rechazarlo.

Amaba a Arion más de lo que creí posible que llegaría a hacerlo, también a Athan...pero Arion, era tan irresistible en su faceta de joven descarado y desinhibido, parecía la clase de chico con la que tus padres no te querrían y después les era imposible no amarlo también. Y él me amaba, como la hermana que nunca tuvo, era cariñoso y protector, no era un patán con nosotros como lo era con la mayoría. Pero yo no le quería de esa forma y eso estaba matándome.

Colder✅ [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora