20. Aquí viene el lobo (Parte II)

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¿Dónde diablos se había metido esa pelirroja escurridiza? Yo podía moverme con rapidez pero vaya que había desaparecido en un parpadeo, dejándome duro y ansioso de probarla, a mi desarrollada visión de depredador le tomó cerca de un segundo acostu...

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¿Dónde diablos se había metido esa pelirroja escurridiza? Yo podía moverme con rapidez pero vaya que había desaparecido en un parpadeo, dejándome duro y ansioso de probarla, a mi desarrollada visión de depredador le tomó cerca de un segundo acostumbrase a la absoluta oscuridad y apenas pude captar a su capa roja perderse entre la multitud.

Había comprado ese disfraz especialmente para ella y solo la había visto con él diez minutos, recibí empujones de la gente que buscaba salir desesperada, en algún punto había dejado caer los colmillos de plástico que solo había usado por un corto tiempo al llegar.

Un momento así podría ser aprovechado por los de mi clase para tomar una víctima o dos y alimentarse, lo pensé, pero tenía un rojo problema del cual ocuparme y desgraciadamente no era del rojo líquido que habitualmente me ocupaba.

No, este era rojo y medía un metro sesenta.

Una gran pantalla de cine se encendió con una imagen a blanco y negro de una mujer de cuya boca salían arañas, a esta le siguieron muchas más que resultaron más asquerosas que terroríficas.

Hubo una imagen de un vampiro bebiendo de una chica y pensé que esto les haría mucha gracia a los miembros del clan. Ver como los humanos nos pintaban en la ficción me hacía poner los ojos en blanco, algunas representaciones eran increíblemente ridículas e insultantes.

Por fin pude salir de aquel lugar impregnado en la esencia de todos los humanos presentes, aunque cualquiera se hubiera tentado de unas cuantas yo solo deseaba una en particular, cuyo sabor ya había probado y se me hacía tan dulce como la miel.

Me recosté en mi auto girando mi teléfono y dudando si contactarla ¿En qué estaba pensando? Sin duda Anabelle calentaba mi frío cuerpo y me hacía sentir cosas que hace décadas no sentía por una mujer humana.

Dick apareció junto a mí a una velocidad para nada humana, la gente estaba muy distraída para notarlo, eso pasaba con ellos; nunca notaban nada, por más que tuvieran las narices metidas hasta el fondo, con sus primitivos cerebros tratando de buscar explicaciones lógicas y simples a las cosas que no encajan con su realidad.

—Te agradará saber que he seguido a tu bonita pelirroja —eso dirigió mi atención a él—. Las he visto a ambas coger un coche y seguir la ruta a las afueras de la ciudad.

¿Qué hacia Anabelle siguiendo esa vía? ¿Acaso huía?

—Espero que al menos hayas averiguado su destino —dije.

El sonrió.

—¿Por quién me tomas, jefe? No es que quisiera correr mucho pero las he visto parar en el tanque...

—¿El tanque? —lo interrumpí con las cejas enarcadas.

—Sí, el tanque —repitió con sorna—. Lo último que vi fue a ellas trepando por las escaleras.

Acompaño sus palabras con un movimiento de sus dedos que imitaba la escalada.

—Mierda —me froté los ojos y luego el puente de la nariz.

Colder✅ [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora