Parte VI: EL PLAN DE LYANNA - CAPÍTULO 31

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CAPÍTULO 31

Llewelyn levantó la vista de la carta que estaba leyendo en su oficina al escuchar los suaves golpes en la puerta.

—Adelante —dio el permiso a su visitante para que entrara.

—Hola, Llew —entró Lyanna. Había vuelto al aspecto de joven de veinte años que prefería y que le facilitaba conseguir el respeto y seriedad con el que los demás trataban a un adulto.

Llewelyn la miró con el ceño fruncido:

—¿Desde cuándo golpeas? —le preguntó, intrigado. No sabía si alegrarse de que Lyanna respetara por fin los protocolos de la escuela o preocuparse por su cambio de comportamiento al respecto.

—¿Tan malo es que quiera complacerte siguiendo tus tontas reglas? —le sonrió ella.

—Si quieres complacerme, dime qué noticias hay de papá —le retrucó él.

—Por eso he venido, no sé nada de él. Humberto dice que no ha cruzado el portal.

Ahora entendía por qué su hermana se había mostrado tan atenta, golpeando respetuosamente en su oficina en vez de simplemente materializarse sin previo aviso: intentaba suavizar el golpe de su preocupante anuncio.

—Debes ir allá, Ly, debes intervenir —le rogó su hermano.

—Debo intervenir, sí, pero no iré allá —respondió ella.

—¿Cómo, entonces?

Ella suspiró, anticipando que su revelación no iba a gustarle a él:

—Iré al Paso Blanco —anunció ella.

—¿Al Paso Blanco? ¿Para qué? —cuestionó él—. Allí solo hay... —y de pronto comprendió lo que ella tramaba: —No, Ly, no irás a hablar con ellos, no lo permitiré. Ya tenemos bastantes problemas con Lorcaster como para que encima agregues la participación de más entidades de su especie.

—Es la mejor ayuda que puedo darle, Llew —aseguró ella.

—No lo entiendo —meneó la cabeza él—. ¿Por qué simplemente no vas a Baikal, lo restauras y lo traes de vuelta?

—No puedo forzar las cosas de esa manera, Llew. Debo dejar que él lo resuelva.

—¿Por qué? —insistió su hermano.

—¿Confías en mí, Llew? —apoyó ella una mano en el brazo de él.

—Sabes que sí, siempre —le aseguró él.

—Entonces, déjame hacer esto a mi manera.

—Veo que la confianza no es mutua —dijo él con amargura—. ¿Por qué no puedes decirme de qué se trata todo esto?

—Debo elegir con cuidado las líneas de tiempo.

—¿Qué significa eso?

—Que la mejor manera para que esto resulte beneficioso para todos es si yo me abstengo de intervenir directamente y tú ignoras cuál es el destino de Lorcaster.

Llewelyn resopló, disgustado. Desde su unión con Marga en la Tríada, Lyanna había aprendido a ver el futuro como su abuela, lo que la había vuelto más enigmática y complicada que antes.

—No estoy de acuerdo con tus métodos —expresó Llewelyn, enojado—, y seguramente ya sabías cuál sería mi reacción, así que dime: ¿para qué viniste a mi oficina? No fue para consultarme sobre la estrategia a seguir: ya tienes todo decidido y ni siquiera te dignas a informarme sobre tu plan. Tampoco viniste a pedirme permiso para ir al Paso Blanco, pues siempre haces lo que te da la gana de todas formas...

—Llew... —levantó ella las manos a modo de rendición—. Entiendo lo frustrante que es todo esto para ti...

—No, no lo entiendes —la cortó él—. Tú nunca has experimentado la frustración. Para ti todo fluye fácilmente, en total aceptación de todos los eventos buenos o malos.

—Aunque no lo creas, hay cosas que no me es fácil aceptar —le retrucó ella.

—¿Cómo qué? —la increpó él.

—Como estar lejos de Gus —confesó ella con la voz apagada.

Se produjo un profundo silencio entre los dos hermanos. Llewelyn suspiró:

—¿Quieres hablarme de lo que pasó con él? —preguntó suavemente.

—Lo rechacé y lo dejé en manos de otra mujer —dijo ella—. Solo estaba tratando de protegerlo, pero...

—Gus te adora, y lo sabes —la confortó Llewelyn—. Ninguna mujer podrá tentarlo a separarse de ti.

—Lo dices porque no conoces a Clarisa —meneó la cabeza ella—. Sé que si la elige como compañera, debo respetarlo, pero igual duele.

—No subestimes a Gus —le dijo él—. No es de los que se rinden fácilmente —le apretó el hombro con confianza. No podía creer que su perfecta hermana fuera capaz de sufrir por amor, de sentir celos—. Ven aquí —la abrazó fraternalmente—. Ve al Paso Blanco y haz lo que tengas que hacer —le susurró al oído—. Cuanto antes termine esto, antes podrás reunirte otra vez con tu esposo.

—Gracias, Llew, gracias por comprenderme.

—En las buenas y en las malas, aunque a veces no te entienda y me enoje, siempre estoy de tu lado, Ly, siempre —le aseguró él.

Ella asintió con la cabeza y se desprendió del abrazo de su hermano:

—Volveré pronto —prometió—. Por favor protege a Nemain y a Marga en mi ausencia.

Llewelyn hizo un gesto de disgusto:

—Ya te prometí que lo haría, Ly, aun cuando no estoy de acuerdo con...

—Gracias, Llew —lo cortó ella.

Él suspiró:

—Ly, ya sé que no te gusta y que no lo necesitas, pero te lo digo igual: ten cuidado, los tetras son peligrosos.

Ella volvió a asentir, cerró los ojos, y desapareció de la oficina sin más. Llewelyn apretó los labios con preocupación y volvió a sentarse en su escritorio, agarrándose la cabeza con las manos. Unos golpes secos y firmes en la puerta de su oficina lo trajeron de vuelta de sus cavilaciones.

—Adelante —dijo, recostándose en el sillón con un largo suspiro.

La persona que entró en su oficina lo tomó por sorpresa.

—¿Abuelo? —arrugó el entrecejo Llewelyn, azorado—. ¿Qué haces aquí?

—Llegué hace un par de horas —comenzó Nuada.

—Nadie me avisó, no sabía...

—Está bien, Llew —levantó las manos Nuada—. Con todo lo que ha pasado, de seguro tienes las manos llenas.

—¿Sabes de...?

—Sí, Alaris me puso al tanto.

—¿Él te teletransportó desde el norte?

—No, vine por mi cuenta con una escolta de mis hombres.

—Haré que te proporcionen habitaciones y... —se puso de pie Llewelyn, amagando a salir de la oficina.

—Siéntate, Llew —le pidió su abuelo—. Tenemos que hablar.

Llewelyn se sentó lentamente ante el tono serio del otro.

—Sé que Lug y Dana están en el otro mundo, lidiando con un tal Lorcaster, así que Alaris dice que el que está a cargo de todo en su ausencia eres tú.

—Así es —confirmó Llewelyn—. ¿Qué puedo hacer por ti, abuelo?

—Quiero ver a Nemain —declaró Nuada.

Llewelyn apretó los dientes y suspiró sin contestar.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora