Parte XIV: LA REINA DE MEDIONEMETON - CAPÍTULO 69

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PARTE XIV: LA REINA DE MEDIONEMETON

CAPÍTULO 69

Merianis respiró con placer los aromas del bosque de Medionemeton mientras volaba con suavidad entre los árboles rojos. Cuando estuvo a menos de un kilómetro de la ciudadela, una patrulla de cinco mitríades le cortó el camino con arcos cargados y apuntados a su cabeza.

—Hola, hermanas —sonrió Merianis.

La líder de la patrulla bajó el arco y se acercó a la recién llegada, las demás no se movieron de sus lugares ni bajaron sus armas.

—¿Merianis? —inquirió la líder, sorprendida.

—Así es, Tabitha —respondió Merianis, abriendo los brazos en espera de un abrazo.

Tabitha no se acercó ni hizo ademán alguno de querer abrazar a Merianis. Ni siquiera sonrió.

—¿Tanto tiempo ha pasado que habéis olvidado quién soy? —arrugó el entrecejo Merianis, decepcionada por el pobre recibimiento y la desconfianza en los rostros de sus hermanas.

—Sabemos bien quién sois —respondió Tabitha—. Os escoltaremos hasta el palacio —luego se volvió hacia una de las mitríades de la patrulla y le ordenó: —Adelantaos y anunciad nuestra llegada en el palacio para que estén preparadas.

La mitríade hizo una inclinación de cabeza y salió volando con prisa para llevar el mensaje.

—Bueno, eso está mejor —aprobó Merianis.

La reina pensó que la frialdad de la acogida se debía solo a la sorpresa de su inesperada llegada. De seguro, encontraría una recepción más adecuada en el palacio, donde todas estarían previamente avisadas de su arribo a Medionemeton. Indudablemente, sus hermanas estaban tan ansiosas de volver a verla como ella. Especialmente Anhidra, a quién había dejado a cargo en su ausencia, y que según Dana, había hecho tantos esfuerzos para recuperar a la reina perdida.

—Después de vos —hizo un gesto de invitación con la mano Tabitha.

—Gracias —asintió con la cabeza Merianis.

Las cosas volvían a la normalidad. La reina que había sido amenazada con aprensión en el bosque, avanzaba ahora con una escolta que la seguía de cerca, velando por su seguridad.

Pero al llegar a la ciudadela, Merianis comenzó a sospechar que las cosas no estaban bien ni eran tan normales como había supuesto. Todas las mitríades de Medionemeton estaban agolpadas en las calles, contenidas por centinelas para que dejaran espacio libre para dar paso a la patrulla que escoltaba a la recién llegada. Pero eso no era lo extraño, no, lo desconcertante es que nadie parecía estar feliz con la llegada de Merianis. Todas la observaban pasar con rostros adustos y miradas esquivas. Muchas bajaban la vista cuando Merianis cruzaba su mirada con ellas.

—¿Qué está pasando? —se volvió Merianis a Tabitha, deteniéndose en medio de una de las calles que llevaban al palacio.

—Por favor, continuad —le señaló Tabitha el camino con el rostro serio—. Nos están esperando en el palacio. Allí os contestarán todas vuestras preguntas.

Merianis suspiró y siguió caminando. Buscó rostros simpatizantes con su llegada entre la multitud. No encontró ninguno. Comenzó a alarmarse.

Al llegar al palacio, la patrulla fue relevada como escolta y dos guardias con lanzas se pusieron a los lados de Merianis, guiándola por los pulidos pisos de mármol del gran salón del trono, flanqueado por mitríades en postura de firmes. Tabitha y su gente se colocaron a los costados de la plataforma del trono.

—Yo tomaré este lugar —le dijo una mitríade salida de un costado a la guardia que avanzaba a la derecha de Merianis.

—Esa no son las órdenes —protestó la guardia.

—Lo son ahora, apartaos si no queréis un escándalo y vuestra degradación de la guardia real —la amenazó la otra.

La guardia hizo una respetuosa inclinación de cabeza y se apartó con reticencia. La nueva guardia tomó el puesto con rapidez y le susurró a Merianis al oído:

—Por lo que más queráis, mostrad respeto y sumisión. Luego os explicaré todo.

—¿Lobela? —la reconoció Merianis—. ¿Qué está pasando?

—Ahora no —le respondió la otra con nerviosismo—. Haced lo que os digo si queréis conservar la cabeza.

—¿Qué...? —intentó Merianis.

Lobela le hizo un gesto brusco para silenciarla. Merianis obedeció y siguió avanzando por el largo pasillo central que llevaba al trono. La mitríade sentada en el trono se puso de pie. Merianis abrió la boca sorprendida al ver que no era Anhidra.

—Hasta ahí es suficiente —la frenó de un brazo la guardia a la izquierda de Merianis cuando estuvieron a unos tres metros de la plataforma elevada donde se apoyaba el trono.

—¿Morgana? ¿Qué haces...? —Merianis no pudo terminar la frase pues Lobela la codeó con fuerza en las costillas para callarla.

—De rodillas ante nuestra reina —le apoyó una mano la guardia de la izquierda en el hombro. Merianis le dirigió una mirada furiosa.

—Merianis, por favor... —le suplicó Lobela del otro lado al oído.

Merianis no se arrodilló ni se calló:

—¿Qué está pasando aquí, Morgana? ¿Dónde está Anhidra? —exigió.

—Esperando su juicio por traición, me temo —dijo Morgana con el rostro serio desde la plataforma del trono.

—¿Traición? —inquirió Merianis, descreída.

—Sí —confirmó Morgana—. Lamentablemente, su puesto como reina provisoria se le subió a la cabeza y no quiso reconocer mi autoridad. No puedo tolerar ese tipo de insubordinación en mi pueblo.

—¿Vuestra autoridad? ¿Con qué derecho os habéis erigido como reina de Medionemeton? —la cuestionó Merianis.

—Yo soy la reina de las mitríades, siempre lo he sido. El puesto es hasta la muerte, como bien sabéis. Os agradezco que guiarais a mi pueblo en mi ausencia. Ahora he regresado para tomar las riendas de esta comunidad.

—Estáis demente —masculló Merianis con el rostro tenso.

—Cuidado, Merianis —le advirtió Morgana—. Palabras como esas tienen serias consecuencias en mi reino.

—No podéis llegar y desplazarme así —meneó la cabeza Merianis.

—Por supuesto que puedo —dijo la otra con tranquila naturalidad—. Yo soy la verdadera reina. Vos misma me dijisteis que el Ojo Verde os perdonó la vida solo porque admitisteis y prometisteis que vuestro puesto era provisorio. ¿Lo negáis ahora?

Merianis apretó los dientes sin contestar.

—Reconoced a vuestra reina, Merianis, para que así pueda daros la bienvenida que os merecéis a Medionemeton. Vuestros heroicos actos en el otro mundo serán recompensados y vuestro nombre será registrado con orgullo en los anales de la historia de las mitríades. Sois un miembro valioso de esta comunidad, y como tal seréis tratada, con privilegios acordes a vuestros servicios —habló Morgana con grandilocuencia.

—Doblegad vuestro orgullo y conservad vuestra libertad —le susurró Lobela—. Os necesitamos, Merianis.

Merianis respiró hondo y largó el aire de sus pulmones lentamente, tratando de mantener la calma. Muy despacio, se puso de rodillas y bajó la cabeza en sumisión, mientras por dentro, hervía de furia. 

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora