Parte IX: EL FUEGO DE LA JUSTICIA - CAPÍTULO 42

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CAPÍTULO 42

Augusto se ajustó la capa sobre los hombros y comprobó la espada que colgaba de su cinto en su cadera izquierda. Había juzgado oportuno vestirse de forma acorde para cruzar al Círculo. Tomando aire hasta hinchar su pecho, avanzó entre los árboles muertos del bosque de Walter, hacia la cúpula. Los demás lo esperaron más atrás, con las miradas expectantes y esperanzadas.

El esposo de Lyanna alzó sus manos, tratando de detectar la barrera de energía para poder estudiarla y disolverla, pero no tuvo necesidad de hacer ninguna de las dos cosas. Ante su sola presencia, la barrera invisible se abrió, desapareciendo por completo sin que él tuviera que hacer nada. Augusto sonrió. Lug tenía razón: Lyanna había arreglado las cosas para que solo él pudiera habilitar el cruce al Círculo. Lo invadió un gran alivio, seguido de una profunda felicidad: Lyanna lo quería y deseaba estar con él, lo estaba esperando.

—Vamos, es hora —volvió su cabeza hacia los demás.

—¿Ya está? ¿Cómo lo hiciste tan rápido? —lo cuestionó Liam.

—No tuve que hacer nada. Lyanna lo hizo por mí —respondió él con una amplia sonrisa.

Los demás asintieron con satisfacción.

—Parece que el plan va a funcionar después de todo —comentó Clarisa.

—Nuestra parte es sencilla —dijo Juliana—, lo más difícil queda a cargo de Lug en Avalon.

—Espero que ese hombre sepa lo que hace —murmuró Morgana.

Uno a uno, los amigos de Lug fueron entrando en la cúpula oculta en el bosque, guiados por Augusto y Liam.

————0————

Del otro lado, en la pequeña cabaña enclavada en el valle flanqueado por las enormes murallas formadas por los elevados riscos que rodeaban y protegían de ojos curiosos la poderosa cúpula del desaparecido Avannon, Humberto, Guardián de la Cúpula, sacudió del brazo al adormecido Joel:

—Despierta, muchacho.

—¿Qué...? —se refregó los ojos el cansado Joel.

Humberto indicó la cúpula con la mano y Joel se terminó de despertar, poniéndose de pie de un salto al ver cómo la energía de la cúpula brillaba más de lo normal, indicando su activación.

—Ya sabes qué hacer —le dijo Humberto.

Joel asintió con gravedad.

—Mientras tanto, iré a avisarles a los demás para que preparen los transportes.

Joel se sentó en el suelo, cerró los ojos y respiró varias veces hasta que sintonizó la mente de Llewelyn, enviando el mensaje largamente esperado.

Para cuando los amigos de Lug comenzaron a emerger de la cúpula de energía en el Círculo, su bienvenida ya había sido preparada. Ante el llamado de Joel, Llewelyn se había teletransportado prontamente al pequeño valle, junto con Alaris y Govannon. Los tres estaban parados con rostros solemnes y expectantes delante de la cabaña de Humberto. El propio Humberto avanzó dos pasos y se puso junto a los demás, completando el comité de bienvenida.

—Los transportes están listos —anunció el Guardián de la Cúpula.

Llewelyn ni siquiera lo escuchó, su mente estaba demasiado ocupada en otras cosas, pero Alaris asintió en reconocimiento. Lyanna los había instruido a todos para que estuvieran atentos a este cruce desde el otro mundo. Les había dicho que prepararan varios carruajes con caballos para trasladar a los visitantes a la escuela. Cuando Llewelyn le preguntó si Lug vendría con ellos, Lyanna no se había dignado a contestarle. El hijo de Lug estaba cada vez más preocupado acerca del destino de su padre, especialmente porque Lyanna no le había dado seguridad sobre su recuperación.

Llewelyn paseó una mirada ansiosa por los personajes que salían uno a uno de la cúpula. Reconoció a Juliana, quien venía del brazo de un hombre que Llewelyn supuso sería Luigi, el padre de Augusto. Un hombre y una mujer bastante ancianos les siguieron, caminando con pasos tambaleantes e inseguros. Otro hombre los ayudó enseguida, tomando del brazo a la mujer y asegurándose de que ambos estuvieran bien. Detrás venían otros dos hombres: uno más joven, de mirada alerta e inquisitiva, el otro era de mediana edad y su piel pálida denotaba que no estaba muy acostumbrado a la intemperie. Luego llegó una muchacha de aire altivo, que se conducía con gran seguridad, avanzando con su brazo entrelazado con el de una mitríade. Llewelyn se sorprendió al ver que no se trataba de Merianis. Al final de la larga comitiva, aparecieron, Liam, Rory y Augusto.

—¡Rory! —avanzó Llewelyn, abrazando a su viejo amigo—. ¡Estás bien! ¡Estás realmente bien! —rió con alegría—. Lyanna me dijo que Liam te había rescatado, pero...

—Salvarle el pellejo casi me costó la vida —dijo Liam—. ¿No me merezco yo también un abrazo de bienvenida?

—Ven acá —sonrió Llewelyn, estrechó la mano de Liam para luego tirarlo hacia sí y abrazarlo también—. No sé cómo haces para meterte en problemas y siempre salir bien parado —lo regañó cariñosamente Llewelyn.

—Es mi don —se encogió de hombros Liam de buen humor.

Llewelyn le palmeó la espalda y luego volvió su mirada hacia Augusto, cuyo rostro mostraba cierta desilusión al comprobar que Lyanna no era parte del comité de recepción.

—¡Gus! —extendió Llewelyn sus brazos hacia él—. ¡Qué gusto verte!

Augusto abrazó a su mejor amigo de buena gana.

—Gus, ¿dónde está? ¿Por qué no cruzó con ustedes? ¿Qué pasó? —le preguntó Llewelyn a su amigo en un susurro al oído.

—Tranquilo, Llew, Lug está bien —trató de tranquilizarlo Augusto.

—¿Y mi madre?

—Se quedó con él para acompañarlo en su enfrentamiento con Lorcaster —explicó Augusto—. Merianis también —agregó antes de que Llewelyn preguntara.

La mirada del hijo de Lug se desvió hacia la mitríade acompañada por la joven.

—Esa es Morgana —indicó Augusto.

—Y supongo que la muchacha es el Ojo Azul —dijo Llewelyn.

—¿Sabes de ella?

—Lyanna me habló al respecto, sí —asintió el otro.

—¿Dónde está, Llew? ¿Por qué no vino a recibirme? —inquirió Augusto con preocupación.

Llewelyn abrió la boca para contestar, pero antes de que pudiera articular palabra, un muchacho apareció corriendo de entre los árboles:

—¡Señor! ¡Señor! —gritó, jadeante, deteniéndose ante Llewelyn. Era Joel.

—¿Qué pasa? —frunció el ceño el hijo de Lug.

—Una emergencia en la escuela, Señor.

—¿Qué emergencia? ¿Qué pasó?

—Algo grave. Requieren su presencia.

—¿De quién es el mensaje?

—Julián —contestó el muchacho.

—¿Qué fue exactamente lo que dijo? ¿De qué se trata?

—¿Es sobre Lyanna? —intervino Augusto con ansiedad.

El muchacho paseó la mirada entre Llewelyn y Augusto, sin contestar.

—Está bien, él es un amigo, puedes hablar frente a él —le dijo Llewelyn.

—Lo siento, no me dijo nada más, solo que era una emergencia y que usted debía volver de inmediato.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora