Parte XIV: LA REINA DE MEDIONEMETON - CAPÍTULO 70

64 16 1
                                    

CAPÍTULO 70

—Levantaos, hija de Medionemeton —dijo Morgana con voz solemne—, y sed bienvenida.

Merianis se puso de pie.

—Es apropiado que tengamos una gran celebración para festejar vuestra llegada y mi regreso al trono —continuó Morgana—. Pero por ahora, os dejo en libertad para que descanséis de vuestro viaje. Tabitha os mostrará vuestra nueva morada.

Merianis solo respondió con una inclinación de cabeza, sin decir palabra.

—Tabitha —la llamó Morgana para que se acercara.

Tabitha apoyó una rodilla en tierra a modo de respetuoso saludo y subió las escaleras hasta el trono.

—Vuestra misión desde ahora es vigilar a Merianis —le dijo al oído—. No os interpongáis en su camino, dejad que goce de total libertad, pero quiero saber a dónde va y con quién habla.

—Sí, mi señora —hizo una inclinación de cabeza Tabitha y bajó de la plataforma del trono, encaminándose hacia Merianis.

—Nos veremos después —le dijo Lobela a Merianis, apartándose para dar lugar a Tabitha.

Merianis siguió a Tabitha fuera del palacio y a través de la ciudadela, hasta una vivienda amplia y bien amueblada que Morgana le había asignado. Las habitaciones no tenían los lujos de los que Merianis había disfrutado viviendo en el palacio, pero esa era la menor de las preocupaciones de la depuesta reina.

—Gracias por acompañarme, Tabitha —dijo Merianis, entrando al dormitorio—. Creo que seguiré los consejos de la reina Morgana y descansaré un poco.

—Estaré en la sala de estar por si requerís algo —dijo Tabitha.

—No es necesario —respondió Merianis.

—Son mis órdenes —dijo Tabitha, sin ceder.

—¿Qué órdenes son esas exactamente? —entrecerró los ojos Merianis con desconfianza.

—Ser vuestra asistente personal —respondió Tabitha, inmutable.

—Mi custodia, queréis decir —la corrigió Merianis—, lista para informar sobre mis actividades a Morgana.

—De vos depende si hay algo que informar o no —se encogió de hombros Tabitha.

—¿Y qué más? —inquirió Merianis, molesta—. ¿Tengo prohibido salir de esta casa?

—Gozáis de libertad de acción, siempre y cuando respetéis la autoridad de Morgana y honréis sus leyes —respondió la otra.

Merianis resopló con sorna, pero decidió cambiar de tema:

—¿Dónde está Clarisa? —preguntó—. Tengo entendido que llegó a Medionemeton con Morgana.

—Los humanos no tienen lugar en la comunidad de Medionemeton.

—Eso no es cierto —la contradijo Merianis—. Hemos cobijado y protegido a humanos en Medionemeton, muchos de ellos son amigos de las mitríades.

—Las cosas ya no son así bajo el mando de la reina Morgana, y menos si se trata de humanos traidores.

—Ah, ya veo —asintió la ex-reina—. Clarisa también desafió a Morgana.

—Así es —confirmó Tabitha.

—¿Qué hicieron con ella? ¿Y dónde está Anhidra? —exigió saber Merianis.

—Mostrar interés en el destino de criminales no es favorable en vuestra posición —respondió Tabitha fríamente.

—Bueno —suspiró Merianis—, ¿por qué no vais corriendo a contarle a Morgana sobre mis intereses mientras duermo una siesta? —le dijo, sarcástica.

Tabitha abrió la boca para contestar pero Merianis no le dio tiempo y le cerró la puerta de la habitación en la cara.

La verdad es que lo último que deseaba hacer Merianis era dormir una siesta. La destituida reina se sentó en la cama, con los puños crispados y se forzó a pensar. Tenía que encontrar la forma de deshacerse de Tabitha, buscar a Lobela, y... De pronto recordó que todavía tenía el pequeño saco con el polvo que había usado para adulterar el vino y dormir a Dana en Avalon. Lo sacó de un bolsillo oculto en su vestido y sonrió. Era una suerte que las aliadas de Morgana no hubiesen tenido el tino de revisarla. No, no era hora de dormir siesta, era hora de tomar un amigable té con Tabitha.

Tabitha se puso de pie de un salto al escuchar que la puerta de la habitación de Merianis se abría. Ante su mirada interrogante, Merianis respondió:

—Es inútil, no puedo dormir. Tengo demasiadas cosas en la cabeza.

—¿Cosas como qué? —preguntó Tabitha.

—Como mi adaptación a esta nueva situación con Morgana como reina —contestó la otra, enfilando hacia la cocina.

—Morgana solo quiere lo mejor para las mitríades —dijo Tabitha.

Merianis no contestó.

Cuando Tabitha vio que Merianis llenaba un caldero con agua de una jarra que estaba sobre la mesa, extendió la mano:

—Yo puedo hacer eso —dijo.

Merianis cedió y le alcanzó el caldero:

—Aseguraos de que esté bien caliente, es la única forma de hacer un buen té —le advirtió.

—Por supuesto —asintió la otra, colocando el caldero sobre el fuego de la chimenea—. Entiendo que mi presencia os molesta, pero en verdad estoy aquí para asistiros, Merianis, en todo —aseguró—. Y tal vez, con el tiempo, lleguemos incluso a ser amigas —sonrió.

—Tal vez —suspiró Merianis, poco convencida—. Por el momento, compartamos un té juntas y veamos qué pasa, ¿os parece?

—Desde luego, es un buen comienzo.

Merianis se preguntó si la ingenuidad de Tabitha era real.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora