Parte X: EL DESTINO DE LORCASTER - CAPÍTULO 53

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CAPÍTULO 53

Ya había amanecido y la luz tibia del sol invadía la rústica habitación. Al despertar, Lyanna escuchó la voz de una mujer:

—Aquí le traigo un té que le ayudará con sus problemas de estómago.

—Gracias —respondió otra voz, una voz que Lyanna reconoció de inmediato.

—¿Gus? —abrió los ojos Lyanna, incorporándose de golpe en la cama donde estaba acostada.

—¡Ly! —le sonrió Augusto, sentado en una silla junto a ella.

Augusto hizo a un lado la taza de té que Hilda le había traído y se apresuró a sentarse en la cama, abrazando a Lyanna con cariño:

—¿Cómo te sientes? —le preguntó.

—Como si estuviera despertando de una horrible pesadilla. ¿Dónde estamos?

—En Polaros —respondió él—. ¿Qué es lo último que recuerdas?

—Fuego —dijo ella—, fuego que me consumía, y luego... una voz dulce... una canción de cuna. La canción apagó el fuego.

Augusto dirigió una mirada hacia Hilda.

—Esa fue Hilda —explicó Augusto—. Ella te trajo de vuelta.

—Gracias, Hilda, me salvaste la vida —le dijo Lyanna a la campesina.

—No fue para tanto —se sonrojó Hilda—. Fue mi esposo el que te encontró en las sierras y te trajo.

—¿Dónde está él para que pueda agradecerle también? —inquirió Lyanna.

—Iré a buscarlo, y también a tu hermano. Estarán complacidos de verte bien —dijo Hilda, retirándose de la habitación con una sonrisa feliz.

—¿Llew también está aquí? —preguntó Lyanna a Augusto.

—Sí —confirmó Augusto—. Estuvo toda la noche junto conmigo aquí, pero finalmente lo convencí de que durmiera un poco. Ahora está afuera, enviando mensajes a Joel para avisar a la escuela dónde estamos y que todo está bien. Salimos a buscarte con tanta prisa que no tuvimos tiempo de avisar a nadie de nuestros planes.

Lyanna se tocó la cabeza donde había estado la herida y notó que no había dolor ni cicatriz:

—¿Tú hiciste esto? —le preguntó a su esposo.

—He mejorado en mis técnicas de primeros auxilios —dijo él, orgulloso.

—¡Ya lo creo! ¡Gracias! —sonrió ella—. ¿Cómo me encontraron?

—El destino es inexorable —recitó Augusto, citando la frase favorita de Clarisa—. Es obvio que tú y yo tenemos un lazo que nos vuelve a unir aun en las más calamitosas circunstancias.

—Como mamá y papá —asintió ella—. ¿Cómo está él? ¿Cómo fueron las cosas con Lorcaster? —preguntó con ansiedad.

El rostro de Augusto se ensombreció:

—No lo sabemos —respondió—, pero de seguro todo saldrá bien, pues Dana está con él —trató de alivianar su preocupación.

—Debí decirle a Lara que le recordara que ella es su guía y que debe dejar que ella lo vuelva a encauzar en este mundo —se reprochó Lyanna.

—Estoy seguro de que Lug es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de eso —aseveró Augusto.

Lyanna no contestó.

—¿Entiendes lo que te sucedió? —preguntó Augusto—. El fuego... ¿Sabes lo que pasó?

—Nemain está muerta —asintió Lyanna con el rostro grave.

—Sí —confirmó Augusto.

—Le dije a Llew que debía protegerla, se lo advertí —dijo ella con tono de reproche.

—Y lo hizo —lo defendió Augusto—. La tenía envuelta en una barrera protectora que no permitía que ella fuera dañada o que dañara a otros. No pudo prever que el peligro vendría por donde vino.

—¿Quién fue, Gus? ¿Quién quemó viva a Nemain?

Augusto lanzó un largo suspiro antes de contestar:

—Nuada.

Lyanna meneó la cabeza, incrédula.

—¿Entiendes ahora por qué Llewelyn no lo vio venir?

—Gus —lo tomó ella del brazo—, Llewelyn y mi padre querrán hacer algo al respecto, pero debes ayudarme a disuadirlos. Si alguien debe lidiar con mi abuelo soy yo, ¿entiendes?

—Claro, amor, por supuesto —la besó él en la frente.

—Gracias, Gus —apoyó ella la cabeza en el hombro de él.

—Lo que no entiendo, Ly, es por qué no disolviste la Tríada. Estaba en tu poder hacerlo, ¿no?

—Había un destino mejor para Nemain que la muerte —explicó Lyanna—, y creo que yo hubiese podido ayudarla a encontrarlo. Pero para eso necesitaba que siguiéramos conectadas las tres por un tiempo más.

—Lo siento —dijo Augusto.

—Yo también. Me distraje —se lamentó ella—. Me entretuve con Lara y no pude ver lo que se venía.

—Esto no es tu culpa, Ly.

—¿Qué hay de Marga? ¿Está protegida? —inquirió ella con urgencia.

—Cormac está con ella, así que es seguro que no dejará que le pase nada.

—Bien —aprobó Lyanna.

—¡Ly! —entró corriendo Llewelyn a la habitación—. ¡Oh, querida hermana! ¡No sabes lo feliz que me hace verte bien! —la abrazó—. ¿Te dijo Gus que casi me ahorca cuando se enteró de que estabas en peligro por mi culpa?

—¿Es eso cierto? —inquirió Lyanna, mirando a Augusto de soslayo.

—Solo lo sacudí un poco, no iba a matarlo —aclaró Augusto—, pero ya sabes que soy capaz de hacer lo que sea necesario por ti, Ly, siempre.

—Te dije que Gus no iba a caer ante los encantos de la tal Clarisa —bromeó Llewelyn.

—Nunca estuve con Clarisa, nunca —negó Augusto con vehemencia—. Traté de explicártelo cuando...

Lyanna lo cortó con un largo beso en los labios:

—Te amo, Gus —le murmuró al oído.

—Y yo a ti, siempre —le respondió él.

Llewelyn se aclaró la garganta ruidosamente para llamar la atención. Lyanna y Augusto se separaron y se volvieron hacia él. Detrás de su hermano, Lyanna pudo ver a Hilda y a otro hombre que supuso era su esposo Everet. Más atrás se asomó también Akir.

—Este es mi Everet —dijo Hilda.

—Encantada, señor —hizo una inclinación de cabeza Lyanna—. Gracias por haberse compadecido de mí, rescatándome en el Paso Blanco.

—Es lo que cualquier persona decente hubiese hecho —se encogió de hombros Everet, agradeciendo internamente que la chica aparentemente no recordara la forma un tanto violenta en la que el rescate se había producido.

—Este es Akir, sobrino de Frido y hermano de Ana —lo presentó Llewelyn.

—¿Cómo estás, Lyanna? Es un placer conocerte —dijo Akir.

—Es un placer para mí también —asintió Lyanna.

—He preparado un buen desayuno para todos —anunció Hilda—, si es que quieren unírsenos.

—Por supuesto —aceptó Lyanna—. Estoy famélica.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora