Parte XV: EL NUEVO GOBERNADOR - CAPÍTULO 81

62 17 1
                                    

CAPÍTULO 81

Los marineros descorrieron una vieja lona, poniendo al descubierto un cofre de madera que bajaron de la barca entre los dos con cierto esfuerzo.

—Esto es todo lo que tenemos para ofrecer, señor —dijo el capitán a Cormac.

—Veámoslo —respondió Cormac.

Bredavant hizo una seña a sus hombres, quienes abrieron el cofre. Basil se acercó con curiosidad para ver el contenido, pero Cormac lo tomó del brazo con fuerza y lo tiró hacia atrás:

—Detrás de mí —le ordenó con tono severo.

Basil asintió y obedeció.

—¿Qué le parece? —inquirió Bredavant.

—Me parece suficiente —respondió Cormac—. Ciérrenlo.

—¿Ni siquiera va a preguntar qué es? —preguntó el capitán.

—No es necesario —dijo el otro—. Sus hombres son bienvenidos en Merkovia. Daré las órdenes para que reparen su barco. Mientras tanto, disfrutarán de la hospitalidad de estas tierras.

El capitán hizo una rígida inclinación de cabeza, aceptando las palabras del gobernador.

—Ahora que nos hemos entendido —dijo Cormac—. Debo decirle que su travesía ha sido noble y valiente. En cuanto usted y sus hombres sean atendidos, hablaremos de nuevos tratados beneficiosos para Merkovia y Hariak.

—Todo lo que quería era forzarme a entregarle ese objeto, ¿no es así? —lo cuestionó el capitán.

—Sí, y le aseguro que estará muy agradecido de que se lo haya sacado de las manos, literalmente —dijo Cormac, mirando de soslayo la mano derecha de Bredavant.

El capitán ocultó su mano herida tras su espalda.

—Vaya por su gente, capitán. Tráigalos al puerto antes de que se debiliten más de lo que están —le pidió Cormac con tono más amable ahora.

El otro asintió en silencio. Los tres volvieron a la barca y se alejaron hacia el navío con las buenas noticias, dejando el cofre sobre el muelle, a los pies de Cormac.

—Esa cosa... es... es un objeto maldito, ¿cierto? —balbuceó Basil, temeroso.

—¡Ni una palabra, Basil! —lo reprendió Cormac con un dedo en alto—. Lo último que necesitamos es que Merkovia se llene de rumores sobre maldiciones y otras supersticiones infundadas. Si alguien se entera de esto, sabré que fuiste tú el que abrió la boca y lo pagarás muy caro.

—No soy estúpido, gobernador —le retrucó Basil, ofendido—. Al menos podría dignarse a decirme de qué se trata, ya que mi teoría parece enojarlo tanto.

Cormac le clavó una mirada asesina, posando la mano casualmente sobre la empuñadura de su espada. Era la primera vez que Basil lo cuestionaba de esta manera. Basil tragó saliva, arrepentido por un momento de sus palabras, pero luego respiró hondo para darse valor y continuó:

—Si merezco ser ejecutado con esa espada por hacer una pregunta legítima, hágalo ahora, ¿qué caso tiene mantenerme en suspenso?

Hubo un tenso silencio entre los dos. Finalmente, Cormac apartó la mano de su espada y sonrió:

—Felicidades, Basil.

—¿Por qué? —entrecerró los ojos el asistente con desconfianza.

—Eres todo lo que Sir Lyan prometió. He decidido que sí mereces sucederme en el puesto de gobernador.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora