i. Tears in Heaven

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act one. chapter one.
TEARS IN HEAVEN

"Estás triste." observó Draco, sentado frente a su prima Maia en el salón principal de la Mansión Malfoy, esperando que Lucius y Narcissa estuvieran listos para acompañarlos a la estación. 

La mirada de Draco estaba clavada en el rostro de Maia, observándola con preocupados ojos claros. Se encontraba recostado sobre el respaldo de una butaca negra, vestido con un pantalón negro y un buzo marrón, el pelo platinado peinado hacia atrás, dejando ver sus rasgos puntiagudos. Pero la chica no le devolvía la mirada, sino que observaba el paisaje de la ventana y el cielo gris se reflejaba en sus orbes azules. Maia se encontraba en un sillón de terciopelo verde, con las piernas modestamente cruzadas y el peso de su suave cara sostenido por una de sus manos, con el cabello oscuro y sedoso le cayendo pulcramente sobre los hombros.  

Las vacaciones de verano habían pasado mucho más rápido de lo que Maia hubiera pensado y no había salido de los terrenos de la Mansión Malfoy ni una sola vez.

Ella sabía que Draco había estado extra-preocupado por ella durante el último período de tiempo. No lo culpaba, teniendo en cuenta que apenas había abierto la boca en los tres meses de vacaciones. Pero no sentía que tuviera nada para decir. Sus tíos la habían estado mirando de una manera diferente últimamente, lo había notado. Pero realmente no se le ocurría una sola oración que pudiera ayudar con la situación... 'Lamento que papá se haya escapado de Azkaban, tía.' 'Espero que tu cuñado fugitivo no te esté causando muchos problemas en el Ministerio, tío.' Nada parecía un buen inicio de una conversación.

Pero, siendo sinceros, fuera cual fuera la situación: Maia siempre estaba un poco triste.

Nadie había sabido nunca por qué. Sus tíos habían llenado su vida de toda la belleza que pudieron encontrar. Las joyas más brillantes, los cuadros más hermosos, los vestidos más finos; pero nada parecía poner una sonrisa nunca en la cara de Maia. Y con el paso de los años, se había convertido simplemente en un cascarón vacío, un enigma, una muñeca de porcelana en la repisa. Un apellido, un bello rostro. Maia Black no era más que un resultado de lo que le habían dado: una niña triste con una vida triste.

Vivía con sus tíos, Lucius y Narcissa desde que tenía seis años. Había crecido junto a su primo Stefan y su primo Draco. El segundo, en la niebla de aflicción en la que Maia solía verse envuelta, parecía ser la única fuente de luz.

Maia no estaría siquiera segura de ser capaz de sentir si no estuviera segura de que lo que sentía por Draco era amor. Amor del más puro, el de una hermana a un hermano. Tenía la absoluta certeza de que no había una sola persona en el mundo entero que se preocupara por ella de la manera en la que Draco lo hacía. Quizás por eso era la única persona con la que se había tomado el trabajo de no romper completamente su vínculo durante las vacaciones. No es que tuviera otra opción, claro, compartían las veinticuatro horas del día, y aunque la Mansión Malfoy fuera enorme, sus habitaciones estaban una en frente de la otra. 

El rubio había pasado dos semanas en el norte, al igual que hacía todos los años, ya que su mejor amigo Ryo siempre lo invitaba a la casa de su familia. Pero durante el resto del tiempo que había estado en la Mansión Malfoy habían pasado cada segundo juntos. Maia había comido junto a él en las comidas, lo había observado practicar Quiddich durante horas y se había escabullido dentro su habitación todas las noches.

Juntos, habían sobrellevado no solo la fuga de Sirius Black, sino la ausencia de Stefan Lestrange: el tercer primo. quién se había marchado al comienzo del verano, cuando sus diferencias de habían hecho demasiado grandes como para poder vivir bajo el mismo techo. La casa estaba más vacía que nunca, habitada solamente por fantasmas de tiempos pasados.

Moonlight  ✺  Harry PotterWhere stories live. Discover now