Parte XIII: NUEVOS COMIENZOS - CAPÍTULO 67

56 16 1
                                    

CAPÍTULO 67

—Enséñame ese movimiento —dijo Lug, jadeando, apoyándose en su espada clavada en el sendero.

—¿Cuál? —inquirió Augusto, cuyo estado físico lo mantenía fresco como una lechuga aun después de una hora de práctica de combate a espada con Lug en los jardines de la escuela.

—Ese donde me bloqueaste, giraste y me atacaste por la izquierda, apuntando a penetrarme el corazón por el hueco de la axila —aclaró Lug.

Augusto se lo mostró despacio. Lug trató de imitarlo.

—No —lo corrigió Augusto—. Debes bajar más la espada. La idea es penetrar desde abajo.

Lug asintió y probó de nuevo.

—Exacto —aprobó Augusto.

—¿Es realmente efectivo?

—Es mortal —asintió Augusto—. Con el impulso del giro, es posible penetrar al adversario con suficiente fuerza como para atravesar el corazón por completo.

—Mhm. Espero que nunca te veas en situación de tener que recurrir a eso —dijo Lug.

—Lug... —comenzó Augusto, tratando de encontrar la mejor forma de plantear el asunto—. ¿Hay alguna razón en especial por la que me pediste que viniéramos a practicar esta mañana? Es decir, no es que lo necesites...

—En eso te equivocas, Gus —le respondió su padrino—. Como podrás ver claramente, estoy en un pésimo estado físico y no hay nada mejor que una buena pelea con espadas para solucionarlo. Usar mis habilidades especiales para todo me ha vuelto un poco holgazán. Necesito recuperar mi coordinación motora y también la fuerza en mis brazos y piernas. No puedo dejarme estar así.

—Pero hay algo más, ¿no es así? —arqueó una ceja Augusto—. ¿Por qué me buscaste específicamente a mí?

—Solo quería pasar tiempo con mi ahijado, ¿es eso tan descabellado?

—No me mientas, Lug. Aunque no tengo tu habilidad para detectar mentiras, me doy cuenta perfectamente de que no fui tu primera opción para "pasar el tiempo" esta mañana.

—Ven, sentémonos un momento —suspiró Lug—. Tu estilo de combate es muy intenso y necesito un descanso.

Los dos caminaron hasta uno de los bancos del sendero y se sentaron.

—Dana no vino a dormir conmigo anoche después de la fiesta —comenzó Lug—. De hecho, no la vi más después de que sacó a Lyanna del brazo intempestivamente del salón. Intenté abrir un canal con ella, pero me rechaza. Calpar no sabe dónde está. Atosigué tanto a Llewelyn con el asunto que me echó de su oficina. La verdad es que nadie parece estar preocupado por este hecho y todo lo que me dicen es que Lyanna nunca dejaría que le pase nada, pero...

—¿Probaste con preguntarle a Lyanna?

—Si supiera donde está, lo haría, pero debe estar con Dana porque no la he visto por ningún lado. Como te imaginarás, necesitaba desahogar toda mi frustración ante mis infructuosas averiguaciones y pensé que la mejor manera sería atacar a alguien con una espada. Te elegí a ti porque eres el mejor en esto y sabía que no podría lastimarte aunque quisiera, en caso de que mi furia se saliera de control. Y además... bueno, además, tarde o temprano Lyanna vendrá a buscar a su esposo y así podré por fin hablar con ella.

Augusto lanzó una carcajada:

—Oh, Lug, si me hubieses planteado esto desde el principio, no habrías tenido que pasar por esta ordalía con espadas conmigo. Lyanna está durmiendo en nuestra habitación. Ven, te llevaré con ella —enfundó Augusto su espada, poniéndose de pie.

—¿En serio? —inquirió Lug.

—Por supuesto —confirmó Augusto—. Llegó de madrugada anoche a nuestra habitación, con ese despampanante vestido verde, después de dejar a Dana en Tu Danacum con su padre.

—¿Y no fue capaz de avisarme? —se ofendió Lug.

—Bueno, eso fue mi culpa —confesó Augusto—. Verás, ese vestido... y todo el tiempo que habíamos estado separados... bueno, la verdad es que la convencí de que estabas durmiendo y que podría hablarte por la mañana. Resultó que ella también prefirió saciar otras urgencias que...

—Sí, sí, entiendo —lo cortó Lug, antes de que Augusto siguiera con su descripción de lo que había estado haciendo con su hija la noche anterior—. No me expliques más.

Augusto entró a la habitación a despertar a su esposa, mientras Lug esperaba respetuosamente afuera a que ella se vistiera.

—Hola, papá —se asomó Lyanna a la puerta. Vestía su acostumbrado atuendo blanco—. Iba a ir a verte anoche, pero...

—Sí, Augusto me comentó que le gustó demasiado tu vestido —la cortó Lug.

—Bueno, en realidad, no sé si le gustó pues estaba muy ansioso por sacármelo —se volvió ella hacia Augusto, guiñándole un ojo cómplice.

—Ly... —la llamó su padre, un tanto incómodo.

Ella se volvió hacia él:

—Te ves cansado y sudoroso —observó.

—Bueno, tú no eres la única víctima del vigor de tu esposo —retrucó él, sarcástico.

Ella frunció el ceño y dirigió una mirada interrogativa a Augusto, quien enseguida aclaró:

—Lucha con espadas. Fue su idea, no la mía.

—Ya veo —dijo Lyanna.

—Ly, ¿podemos hablar en privado? —refunfuñó Lug.

—Por supuesto —aceptó ella.

Augusto amagó a abandonar la habitación pero Lug lo detuvo:

—Está bien, quédate, prefiero tener esta conversación en los jardines.

—Vamos, entonces —entrelazó Lyanna su brazo con el de su padre.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora