2. Jeno

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La pesada música de rock podía escucharse en cada rincón de la casa. Sinceramente no me interesaba si a alguien le molestaba. Éramos mi música y yo... oh, y claro, también los cuerpos que se acurrucaban a mi lado.

El aroma a sangre me estaba desquiciando. Era más allá de una droga o una fuente de humanidad, era lo único que me podía controlar.

Las manos femeninas se deslizaron por mi desnudo vientre hasta la hebilla de mis pantalones. Las detuvo con tanta fuerza que vi lágrimas escapar de ella y, sentí como el hueso de su muñeca se quebraba bajo mis dedos.

Sonreí. Estaba cansado de controlarme, cansado de vivir una y otra vez el mismo maldito día sin esperar que hubiese algo mejor. Porque esto era la eternidad, una cruel rueda del destino que nunca deja de girar en la misma dirección.

-Eres preciosa- le susurré al oído curvando mis ojos en diminutas media lunas, lo que le hizo temblar y sollozar más fuerte-. Shh, debes estar calmada o será doloroso.

Asintió al estirar el cuello para mí. En la piel pálida existían rastros de sangre al igual que en la tela de su costoso vestido. Me hinqué por encima de ella y mis colmillos se clavaron con lentitud, la oí gemir y luego desvanecerse entre mis brazos.

Usualmente me detendría al llegar a este punto pero no quería detenerme y, si Jaemin pensaba que yo era un jodido monstruo, bueno, actuaría como tal.

Desgarré piel y carne, quebré su cuello y por unos segundos, su cerebro se mantuvo funcionando, los ojos virando desenfrenados y su cuerpo sacudiéndose con violencia. Los gritos de la otra presa envenenaron mis oídos, le exigí que se callase y ella obedeció por el miedo que me tenía.

Odié ver mi reflejo en la ventanilla al ser salpicado por la fina sangre color bermellón, todo mi rostro e incluso mis ojos eran de ese color. Podía escuchar como costilla por costilla eran destrozadas al aplastarlas con mis manos. La sangre embadurnaba la alfombra y borraba las perfectas asimetrías doradas.

La solté dejándola caer al suelo reposando en su propio charco de sangre y me detesté a mí mismo. Ni siquiera le había preguntado el nombre, temía que al saberlo ella podría contarme sobre su vida, el cómo era una estudiante en alguna universidad cercana a aquel bar o, como cuidaba a sus hermanos menores los fines de semana.

Los asesinos se creían más inteligentes que sus víctimas, incluso más inteligentes que la maldita población mundial. Los asesinos éramos bestias que no podían saciarse, éramos carniceros que se pensaban impunes. Los asesinos éramos unos bastardos.

Me puse de pie y observé a la pobre muchacha agazapada en un rincón, recordé la primera imagen que tuve de ella, tan solo una chica joven en un bar esperando que alguien le comprase un trago. Lucía genial en ese vestido brillante que ni siquiera llegaba a cubrir el tatuaje en lo alto de su muslo. Era la mezcla perfecta entre sexy e inocente.

Me agaché hasta tomarle el cabello e hice que me mirase.

-No gritarás ni huirás, dejarás que haga lo que quiera contigo ¿Entendido?

Sus facciones no se relajaron pero asintió aflojando cada extremidad y, cuando empujé su cuerpo sobre la alfombra ella siguió temblando, mirándome como un cervatillo que sabe con qué clase de cazador acaba de encontrarse.

Obtuvo la peor parte. Le destrocé las clavículas al ejercer demasiada fuerza para que dejase de temblar y el grito fue cubierto por mis dedos.

Ella respiró con fuerza, agonizando de dolor. Mis uñas se incrustaron en la piel de sus brazos y mis dientes drenaron la sangre que le permitía vivir.

Extasiado, excitado y con tanta ira que emanaba como mi propia sombra, me levanté admirando la forma en que las lentejuelas del vestido se habían desprendido.

Caelum ~ {Nomin/Markhyuck}Where stories live. Discover now