3. Mark

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1813. Canadá.

Tenía la teoría de que una canción era capaz de detener el tiempo, o quizás fuera él quien me daba tal sentimiento. Cuando le miraba, desde su rostro pequeño hasta los brazos finos, mi corazón latía con prisa y el tiempo se detenía.

Si se lo contase a alguien de seguro pensaría que estaba loco de remate, pero no podía evitar escuchar una canción cada vez que sutilmente le observaba por encima de mi libro o, le escuchaba responderle temeroso a mi madre.

La casa en la que habito siempre ha estado fría, sombría y vacía. Pero cuando él se acercaba, de repente los pasillos se llenaban de vida, las obras de arte cobraban sentido y el tiempo se frenaba.

Dicen que es subjetivo, me refiero al tiempo, del cual he oído hablar tantas veces en mi vida que son imposibles de contar. Es un tema común, algo que está arraigado a nosotros pero nadie comprende lo maravillosamente caótico que el tiempo es.

El tiempo hace y deshace, por algo las noches son largas cuando el temor está presente y se vuelven cortas si duermes. Por algo estoy aquí observándole y los minutos que para el resto siguen pasando, para mí se han estancado en una piel canela y ojos almendrados.

La primera vez que me di cuenta del poder que ese muchacho tenía sobre mí fue cuando lo encontré tirado en los corrales, durmiendo sobre el trigo en una fría noche de invierno, debido a un castigo que mi madre le impuso por romper su vajilla favorita. En ese momento, actué por impulso, estaba temblando, con los labios partidos y tan blancos que se asemejaban a la nevada, saqué mi costosa chaqueta y le cubrí con ella, me quedé sentado en el suelo del sucio corral hasta que él dejó de temblar.

Eso había sido meses atrás.

-¡Hermanito, vamos a bailar!

Helena caminó por la sala y le pidió a su institutriz que la remplazara en el piano. Él estaba de pie en una esquina, esperando cualquier indicación o tarea que nosotros, sus amos, pudiésemos darle.

Helena me golpeó el hombro para que irguiese la espalda y pudiese comenzar el baile. Me sabía de memoria aquella pieza, todos en nuestro hogar la conocían al derecho y al revés porque a nuestra madre le gustaba ponerla en los grandes bailes.

-Querida hermana- murmuré entre dientes-, no le sonrías de esa forma a tu pareja de baile, parecerá que quieres secuestrarle.

Ella borró su gigantesca sonrisa y la sustituyó por una mueca fría.

-Querido hermano, tendré que limpiar tu saliva si sigues con los ojos puestos en la esquina.

Me sonrojé mirándola con desafío mientras se reía contenta de haberme ganado.

-Madre no te ha enseñado suficiente modales.

-Es por ese carácter tuyo que no tienes un amigo a quien atormentar- ella me mostró su pequeña lengua y rebufé comenzando a girar por la sala, escuchando sus risas tintinear en mis oídos mientras nos mareábamos al bailar.

-¡No te han enseñado que a los amigos se los cuenta con los dedos de la mano!- estaba transpirando, divirtiéndome con mi hermana como cuando éramos niños y no existían las presiones de ser un caballero o una dama- ¡Elegiré a un solo amigo y le llamaré camarada!

Ella me soltó la mano y se derrumbó en el sofá donde sus risas histriónicas fueron ahogadas.

-¡Bien, también tendré un amigo y será mejor que el tuyo!

-Helena, la vida no es una competencia- susurró la institutriz y ambos le miramos como dos niños que apostaron un dulce y les fuese la vida en ganarlo.

Caelum ~ {Nomin/Markhyuck}Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang