36. Adiós

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No puedo dejar de mirar sus manos cubiertas de sangre agarrando el volante.
El dolor me consume al mirar a través de la ventana y sentir que todo mi mundo se ha puesto patas arriba.

Yo no quiero esta vida, no quiero ver como mi novio mancilla el rostro de una persona, no quiero ver como mi novio trafica cuando no esta a mi lado, no quiero no saber quien es él de verdad.
Las lágrimas se deslizan por mi rostro al darme cuenta de que ya se ha acabado todo. De que esta historia no tiene final feliz y que el dolor que me ha producido no puede ser reparable.

A lo lejos vislumbró las luces de mi casa encendidas y soy consciente de que estos van a ser los últimos minutos a su lado.
Cuando Dylan estaciona en la acera de mi casa estoy en otro mundo, siento que me voy a marear en cualquier momento y que todo esto va a ser una pesadilla, pero no.

- Yo... - las palabras de Dylan suenan de fondo y mi cerebro solo es capaz de pensar en una sola cosa. Una despedida.

- Adiós- digo y abro la puerta del coche rápidamente para escapar de mi jodida realidad.
Me dispongo a ir lo más rápido que puedo hacia mi casa sin soltar más lágrimas por miedo a deshidratarme.
Giro la cabeza al oír el ruido de la puerta del coche y ver a Dylan corriendo hacia mi.

El adiós no era una despedida normal y corriente.
Era el final de la historia que nunca ha podido ser y que me ha dejado vacía.

Cuando toco al timbre siento como Dylan cada vez esta más cerca de mi, toco otra vez para que mi madre abra antes y así no verle más.

- Sara, he sido un capullo, yo...- deja de hablar cuando la puerta se habré.

En la puerta no solo está mi madre si no que el padre Dylan está sin camiseta.

- ¿ Que te pasa Sara? - la voz de mi madre es congestionada, me mira fijamente a los ojos llenos de rímel y me abraza.
No se que hacer ni que decir, esto me ha superado.

- ¿Que haces aquí Dylan?- pregunta su padre apoyándose en el marco de la casa,

Dylan no tiene palabras, se queda inmóvil y su respiración se empieza a oír más alta de lo habitual. Al ver a su padre su rostro ha cambiado, siento compasión al saber como se siente pero... ya no me pertenece.

- La pregunta sería que haces tú aquí- su rostro, ese al que tanto me había acostumbrado, está repleto de ira y rencor.

- Estoy porque es la casa de mi novia- dice el padre de Dylan.

Todas las veces que mi madre me hablaba de un chico, no sabía que se refería a él. Dylan suelta una sonora carcajada y su padre lo mira confuso.
Con todo lo ocurrido mi madre se estaba quedando atónita y al verme respirar con dificultad me mira a mi y luego a Dylan.

- ¿Que le has echo a mi Sara?- mi madre lo fulmina con la mirada y abre la boca cuando la luz de la farola enfoca el rostro magullado de Dylan- ¿Que ha pasado?

Dylan me mira y yo bajo la mirada.

- Dylan vete de aquí ya- dice el señor Smith con voz autoritaria.
El recién nombrado cierra los puños con fuerza y gira la cara hacia su padre dando un paso hacia delante.

- Tu no eres nadie para mi, ¿Cuando nos ibas a decir que ya habías sustituido a mamá?- el padre de Dylan se acerca a él.

- Cállate- grita imperiosamente- Véte por dónde has venido, y no estropees más las cosas.

-No eres nadie para decirme lo que hacer y menos cuando se trata de mi novia- dice Dylan.
Mi madre da un respingo y me separa un poco para mirarme a los ojos. El padre de Dylan se tapa el rostro con la mano y comienza a decir banalidades.

- ¿Este sin vergüenza es tu novio?- suelta mi madre gritando

- Cariño...- el padre de Dylan juzga un poco a mi madre y luego pasa a escrutarme.

- Mírala, tiene el rostro decaído y tú hijo viene cubierto de sangre , madre mía- dice mi madre mientras que fulmina al padre de Dylan. - Véte para arriba Sara.

No se que hacer ni que decir, estoy en shock y no puedo mirar a los ojos miel que me ayudaban antiguamente, por temor a romperme todavía más.

- Véte Dylan- Ordena el padre de Dylan.

Cuando dice eso levanto mi mirada hacia Dylan que me está mirando, el mundo se para y siento como se van destruyendo todos los recuerdos junto a él.

No habrán más jacuzzis, ni flores, ni risas, se acabaron los días de instituto y el amor que nos hemos dado.
Cuando se marcha hacia atrás sin decir nada sollozo contra el pecho de mi madre, lloro por lo que fuimos y por lo que nunca seremos...lloro porque todavía le quiero.

Déjate llevarWhere stories live. Discover now