«Capítulo 2»

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El primer día de clase, poco después de despuntar el alba, comenzó la procesión.

Los primeros alumnos llegaron a pie. Salieron del bosque vestidos con sencillez, la mayoría llevando únicamente una bolsa en bandolera, ya que algunos de ellos se habían pasado toda la noche caminando. Miraban ávidamente el Internado a medida que se acercaban, como si esperaran obtener de inmediato las respuestas que buscaban. Incluso antes de ver el primer rostro familiar, el de Jeon Wonwoo, Jeonghan supo quienes eran los alumnos de aquel grupo. Eran los vampiros desorientados, los más viejos de todos. No daban problemas a nadie. Se quedaban en un segundo plano estudiando, escuchando e intentando compensar los siglos perdidos.

Seungcheol se había mezclado con ellos el año anterior. El ahora castaño vio como Wonwoo había emergido de la niebla con su largo abrigo negro. Aunque sabía que era imposible, no dejaba de escrutar los rostros de todos los alumnos que iban llegando, deseando poder ver otra vez el rostro de Choi.

A la hora del desayuno empezaron a llegar los coches. Jeonghan estaba en el pasillo de la zona de aulas para poder ver hacia afuera. Habían deportivos italianos y vehículos todoterreno lo bastante grandes como para que los deportivos aparcaran en su interior. Aquellos eran los alumnos humanos, ninguno venía solo. Llegaban acompañados de sus padres y de unos cuantos hermanos menores. La señora Ha recibía a todos en el patio, alargando la mano con la elegancia de una reina que recibe a sus cortesanos. Parecía querer hablar con los padres y les sonreía afectuosamente como si se estuvieran haciendo amigos para siempre. El hijo de los Yoon sabía que estaba fingiendo, pero tenía que admitir que era buena. En lo que respectaba a los alumnos humanos, cuanto más rato se pasaban en el patio mirando las imponentes torres de piedra de Septendécim, más se le borraba la sonrisa.

—Estas aquí.

Al volverse, vio a su padre, que había logrado levantarse temprano para la ocasión. Llevaba traje y corbata, como correspondía a un profesor.

—Solo quería ver qué pasaba.

—¿Buscando a tus amigos? —los ojos le brillaron al mayor cuando se situó junto a su hijo y miró por la ventana—, ¿O viendo que tal están los chicos nuevos?

—¡Papá!

—Bien. Lo retiro —rió y alzó las manos—. Pareces un poco más contento que el año pasado, Jeonghan.

—Lo contrario sería imposible, ¿No?

—Supongo que tienes razón —dijo su padre, y rieron los dos. El año anterior, el castaño había sido tan anti-Septendécim que había intentado fugarse el día que llegaban los alumnos. Parecía que hubiera pasado una eternidad hasta entonces—. Si quieres desayunar, creo que tu madre tiene la plancha caliente para hacer panqueques.

A pesar de que normalmente siempre bebía la sangre de los traslados clandestinos de la Institución, los Yoon siempre se aseguraban de que su hijo comiera la verdadera comida, porque todavía era necesario.

—Subo enseguida, papá.

—Te esperamos —sonriente, le tocó el hombro antes de darse la vuelta para marcharse.

Jeonghan echó un último vistazo al patio. Aún quedaban unas cuantas familias despidiéndose o arrastrando maletas, pero ya había empezado la tercera y última tanda de alumnos.

Todos venían solos en coches de alquiler. Habían un par de taxis, pero casi todos los vehículos eran sedanes o limusinas alquiladas. Cuando los alumnos se bajaban de ellos, ya llevaban sus uniformes hechos a medida. Ninguno traía equipaje. Aquellos eran los alumnos que habían enviado sus pertenencias por anticipación en las cajas que habían ido llegando en las últimas semanas.

Crescent Moon ➳ SeventeenWhere stories live. Discover now