«Capítulo 9»

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Esa noche, Jeonghan perpetró su segundo allanamiento de morada. Tras salir la primera vez de la casa de la señora Ha con las manos vacías, su intención había sido seguir fisgando, pero la directora no había vuelto a pasar ninguna noche fuera del Internado, lo cual le había impedido volver a colarse en la cochera. ¿En qué otro lugar podía hallar las respuestas a las dudas que tenía?

Solo había un lugar posible: Los archivos ubicados en la Torre Norte, pero, en un primer momento, los había descartado como posibilidad. Si la señora Ha tenía algo allí que pareciera indicar la verdadera razón de que hubiera admitido alumnos humanos en Septendécim, seguro que Seungcheol, Soonyoung o Chan lo habrían encontrado durante el curso pasado. Habían tenido mucho tiempo para buscar.

Mientras estaba en la cama esa noche, incapaz de conciliar el sueño y ávido de sangre, no pudo dejar de pensar en cómo iba a explicarle a su novio su acuerdo con Jisoo. Probó con varias versiones: La cómica, la seductora, la breve y la extensa, pero ninguna parecía convincente. Sabía que el miembro de Adamās terminaría entendiéndolo, pero solo lo haría al cabo del tiempo.

Suspirando, se puso boca arriba y se tapó los oídos con la almohada, intentando acallar su confusa voz interior. El estómago le rugía y le dolía la mandíbula. Quería sangre. Había conseguido beber un vaso a la hora de comer y eso debería haberle bastado para el resto del día; al menos, así ocurría antes. Su apetito voraz no cesaba de aumentar. Tenía la cabeza llena de incertidumbres y supo que no iba a poder dormir. Mientras se ponía las zapatillas, lanzó una mirada a Seungkwan, que estaba acostado boca abajo y luego a Seokmin, que dormía con los ojos semi abiertos. Estaban descansando profundamente.

La sangre de su termo estaba tibia, pero le sentó igual de bien. Bebió mientras bajaba las escaleras de la Torre Sur. Normalmente, llevaba el piloto automático puesto, andando como un autómata, pero cuando llegó a la zona del piso de la antigua habitación de su novio, recordó ver a Seungcheol en aquellos pasillos. Aquella había sido la única época en que se había sentido como en casa.

Si pudiera obtener respuestas para Choi, si pudiera contarle lo que se había visto obligado a hacer para que pudieran estar juntos, todo sería mucho más fácil. Él podría restregar por la cara a Baekho su éxito y después, contarle lo de Jisoo sería facilísimo.

Se metió el termo en el bolsillo de la bata y se dirigió sigilosamente a los dormitorios de los chicos. La nueva sangre que fluía por sus venas le aguzó el sentido del oído y le permitió oír los pasos de uno de los profesores paseándose por los pasillos para asegurarse de que ningún vampiro decidía hincarle el diente a un alumno humano. Jeonghan cerró los ojos y se concentró en el sonido, esperando hasta dejar de oírlo, lo que indicaría que el camino estaba despejado. Sin hacer ningún ruido, abrió la pesada puerta y la cruzó. Era tentador soltarla y echar a correr, pero tuvo que ser paciente y acompañarla para que se cerrase silenciosamente. Luego subió, captando el sonido de un grifo goteando, ronquidos, el chasquido de un flexo al apagarse.

Al final de la escalera caracol estaban los archivos. Abrió la puerta esquivando una lluvia de telarañas y polvo. Habían cajas apiladas y baúles en todos los rincones, muchos de ellos con inscripciones o letras escritas con una caligrafía rígida y extraña que nadie utilizaba ya. Aquellas cajas contenían datos sobre los incontables alumnos que habían pasado por Septendécim, la mayoría vampiros.

«Piensa. Ellos quieren saber por qué están aquí los alumnos humanos, no los vampiros, pero si descubres algo sobre los vampiros de Septendécim, a lo mejor descubres algo sobre los humanos, pero, ¿Y si los alumnos humanos tenían alguna relación con los vampiros? ¿Y si eran sus parientes, o incluso sus descendientes?»

Motivado, se dirigió a abrir el baúl más próximo, pero vaciló. La última vez que había estado en aquella estancia, habían encontrado los restos de un vampiro muerto en uno de aquellos baúles. La señora Ha no podía haber dejado allí el cráneo de Wan Yu para que se pudriera, ¿O si?

Crescent Moon ➳ SeventeenWhere stories live. Discover now