Capítulo 1: Primera Mordida.

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Abril, 24. 12:00 am.

Eran las doce de la noche cuando el viento se desató con ferocidad, acompañado de la incesante lluvia que se impactaba con dureza en cualquier edificación, impidiendo que alguna pobre alma deambulara por allí.

Solo unos pocos tenían la dicha de estar en un hogar acogedor, con un diseño arquitectónico que opacase el ferviente estruendo de afuera y reflejara aquel horrible clima.

Por esa razón Bell se encontraba despreocupado, desparramado en el sofá, mientras observaba una película.

Cuando todas sus frituras permitidas por su doctora, se acabaron, tomó los envases con tranquilidad y se dirigió entre la obscuridad de la mansión, hasta la fría y solitaria cocina.

Dejó los trastos sobre el lavabo y observó que la ventana se encontraba semi abierta, dejando entrar parte de la precipitación que estaba siendo desatada desde el cielo.

Despreocupado se dirigió hasta esta, pero antes que pudiera cerrarla, algo se coló por el agujero, dando de lleno en su cara.
Rápidamente quitó el papel de su rostro y cerró la ventana con molestia.

Su vista se dirigió a los muebles de la cocina que se encontraban totalmente empapados.

Al hacerlo pudo apreciar que el artículo que yacía sobre el mueble, era una especie de pergamino con colores raídos y beige, pero un enunciado en rojo es lo que destacaba en el centro.
Plasmado con una tipografía poco delicada y con aspecto de estar recién hecho.

Pero sin duda lo más extraño de aquello, para Bell era que el artículo no estaba mojado en lo más mínimo, al contrario, pareciera que acabaran de quitarlo de un lugar lo suficientemente cálido como para conservar aquel papel completamente seco.

Con curiosidad y algo hipnotizado observó aquella extraña escritura.
Frunciendo su ceño y con su pronunciación entre cortada empezó a recitar aquel extraño idioma.

-Fan le mo thaobh go dtairgim mo chuid fola duit, mar dheontóir pearsanta, chun do ocras a shásamh aon uair is mian leat deoch a fháil ó mo taobh istigh, ionas gur féidir linn a bheith le chéile.

-Tus palabras han sido escuchadas -irrumpió una hipnótica voz femenina, a las espaldas de Bell.

Este asustado volteó, pero lo único que pudo distinguir fue un par de ojos color carmesí, ese rojo tan intenso como brazas ardiendo en su máximo esplendor, justo antes de ser tomado con fiereza de sus brazos y sentir como su cuello era perforado con más de dos colmillos.

En ese momento, al sentir tal dolor desgarrador, el peor de su vida, gritó.

Gritó con todo su ser, mientras el familiar líquido incoloro caía de sus ojos, esperando que alguien pudiera escucharlo, o tal vez solo lo hizo con la esperanza que el dolor disminuyera. Aunque esto no duró mucho ya que su voz fue acallada por una fuerte mano, que a la vez tenía un atisbo de delicadeza.

Paulatinamente sintió que su cuerpo sucumbia ante un repentino agotamiendo que se esparció por todo su ser, nublando su mente y todos los sentidos. Todo se fue desvaneciendo, a excepción de aquel tortuoso dolor, cual pinchazo de fuego posado en su cuello.

Voy a morir, fue lo último que pensó antes que todo su ser se desvaneciera por completo y aquella tortura finalmente dejara de atormentarle, esa sensación inhumana que lo destrozó como una profunda y oscura eternidad, aunque no fue más que dos sengundos exactos.

Indirectamente Destinados ✔️Where stories live. Discover now