Capítulo 22: Luna Llena (Parte 2/3)

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—Pensé que jamás volvería a mirar tu horrendo rostro, pero ya veo que ni la muerte te quiere —escupe Lars.

—¿Es ese tu mejor insulto? —ríe —. Igual de patético que tú.

—Eso no es lo que Lotto me dice cada vez que despertamos juntos —sonríe ampliamente, haciendo enfurecer al pelirrojo —. Tienes tres segundos para explicar, porqué atacarste a mi aliado y el motivo por el cual estás aquí, hasta donde yo sé, el Norte, debe estar en la vanguardia.

—Cuanta inocencia —comenta burlesco, sin inmutarse.

—No me extraña que traiciones a tu propio imperio.

—Yo no estoy traicionando a nadie —confieza descaradamente, sacando de los laterales de su atuendo un par de Kama.

Las palabras de Dante, le caen como balde de agua hirviente, puesto que indirectamente acaba de confesar que el Norte, está traicionandolos

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Las palabras de Dante, le caen como balde de agua hirviente, puesto que indirectamente acaba de confesar que el Norte, está traicionandolos.

Lars, intenta encender su comunicador, para informarlo a Lotto, pero antes que su mano siquiera pueda tocar el aparato, recibe un cruel codazo de Dante, en su estómago, que lo manda a estrellarse de espaldas contra el suelo.

Dante, rápidamente se aproxima, a Lars, el cual se incorpora adolorido, sabiendo que no podrá contraatacar; cuando uno de los aliados del asiático ataca al pelirrojo, que frena su ataque, es interceptado por un subordinado del mismo, el cual sin piedad lo estrella contra el suelo, para arrancarle el corazón en un santiamén.

—¡Bleid! —los ojos de Lars, se cristalizan levemente, al ver las cenizas de su aliado.

—Ni siquiera pienses que permitiré a tus lacayos interrumpir, voy a asesinarte sin piedad y llevaré tus cenizas a Lotto, fingiendo haberte perdido y así me quedaré con ella.

—Ni llevándole mis cenizas y victimizándote lograrás que ella te ame —se defiende.

—¿Quién dijo que quería su amor? Prefiero su cuerpo —esboza una sonrisa, descarada.

—Te hubieras ahorrado tu maldito comentario —la sangre de Lars, empieza a hervir, mientras sus ojos se tornan de un carmín intenso, ante el coraje que le propina la asquerosa opinión de la escoria que tiene frente a él —. No eres más que un pobre y resentido, rechazado, vives llamando patéticos a los demás, pero veo que no te has mirado en un espejo.

Una carcajada escapa de la garganta de Dante, mostrando en sus ojos, su perversión y lo mucho que disfruta ver a Lars amenazándole, puesto que confía en que asesinará al asiático.

—¿Crees qué siquiera podrás herirme con armas tan patéticas?

—No juzgues a un libro por su portada.

—¿Ahora sacas tus frases de chicles baratos?

—No lo hago, pero, que digas eso, solo confirma que tú si lo haces.

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