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Con un par de bolsas plásticas colgando de sus manos, Haruno salió hacia las calles de Konoha desde los interiores del mercado con con el cielo oscureciéndose cada vez más conforme los minutos pasaban. Una vez que la helada brisa rozó su blanquecina piel un suspiro fue exhalado por sus labios, Sakura no sabría cómo describir precisamente las sensaciones en su cuerpo, pero algo era seguro, estaba aliviada y con un notorio peso menos que cargar sobre su espalda.

–Mm... Pensé las cosas más de la cuenta, he sido una tonta estos últimos días. –Meditó Haruno sin detener su andar.

Desde que dialogó con Naruto, cada vez que se detenía a recordar tenía la sensación de que sus preocupaciones fueron más que innecesarias, necesitó de las palabras de Naruto para darle paz a su corazón, fue necesario oír una respuesta de sus propios labios... aquellas negativas emociones que había estado cultivando la dominaron inconscientemente, no pudo controlarlo.

Sakura trató de airear aquellos recuerdos y se centró en el presente, por supuesto, tenía otras prioridades que ahora requerían de su atención y las bolsas en sus manos eran evidencia de ello. Consigo traía las compras necesarias para preparar lo que sería la celebración de un año más de relación con el rubio Uzumaki, acontecimiento que jamás habría creído posible a sus trece años.

Apenas fue capaz de verlo durante los últimos cuatro días, el trabajo había estado pesado desde entonces para ambos, no obstante, no se preocupó de ello, pues tenían el acuerdo de verse esa misma noche a las nueve en su departamento, no podía olvidarlo y las escasas pero repentinas visitas de Naruto se aseguraron de eso, aún le causaba gracia recordar cómo saltó hasta el balcón de su cuarto mientras yacía recostada en su cama leyendo unos documentos, oyéndolo decir el día y hora exactos de su encuentro para luego desaparecer en cuestión de segundos, la sonrisa en los labios del joven en cada ocasión le subían los ánimos para continuar trabajando, sabía lo entusiasmado que él estaba por que esa noche llegara... una noche en que ambos disfrutarían de la compañía del otro.

Despreocupada, Sakura apresuró sus pasos dispuesta a preparar todo lo necesario y por supuesto que la cena que le prometió a Naruto figuraba dentro de esa lista, no es como si fuera la mejor cocinera del mundo, pero para eso existían los libros de cocina después de todo, objetos que se volvieron una especie de mejores amigos para ella desde que se independizó de casa de sus padres.

En cuanto llegó hasta su departamento no dudó en ponerse a trabajar de inmediato, comenzando por retirar el contenido de las bolsas para luego depositarlas sobre la mesa y atando su cabello se puso manos a la obra. Una vez que dio por finalizado aquel proceso, cubrió cada platillo con una servilleta, fue solo cuando desvió sus ojos hacia el reloj de pared que ahí yacía colgado que cayó en cuenta del tiempo que había invertido, realmente no lo pareció, pero había estado un poco más de una hora cortando y cocinando, restándole tan solo treinta minutos para que su encuentro con el alto shinobi naranja tuviera lugar, por lo que quitándose el delantal de cocina corrió a encerrarse en el baño.

Con el agua de la regadera cayendo y deslizándose por su piel, Sakura dejó que los músculos de su cuerpo se relajasen, el tiempo que había pasado en la cocina ciertamente le robó energías, pero intentó animarse a sí misma repitiendo en su cabeza la idea de que lo más difícil ya había terminado, una vez que saliera de la ducha y se preparase, esperar sería lo único que debería hacer.

Mientas enjabonaba su cuerpo, el recuerdo de su primer aniversario con Naruto retornó a su conciencia por un acto involuntario.

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¿Ya puedo quitarme esto de los ojos? –Preguntó Haruno.

Todavía no, solo espera un poco más.

Don't dream, it's overWhere stories live. Discover now