"Heridas"

Suero: azul claro

[Capítulo Corregido]

Me mantengo a la espera de mi comida mientas juego con la punta de uno de mis mechones de cabello, el pelinegro camina nuevamente a la mesa una vez terminada la platica con sus compañeros de trabajo.

- ¿Ya pediste? – pregunto tomando asiento

-Si, fue muy complicado hacerlo- respondí, pero más complicado era contener todas las preguntas que quiero hacerle en este momento - ¿Eres feliz haciendo esto? - me atreví a preguntar

-Realmente no y menos cuando te encariñas del paciente, eso es poco profesional, pero yo soy un simple enfermero que no estudió para esto así que no cuenta

-Entonces... ¿Por qué sigues aquí? – pregunte sosteniendo su mano con delicadeza

-No tengo alternativa o elijo irme y días después aparecer muerto o seguir aquí soportando todo esto- respondió abatido

-Dentro de muy poco tiempo ya no tendrás que hacer esto- sonreí angelicalmente -Lo prometo

-Estás muy tranquila, ¿Por qué? - pregunto cruzándose de brazos

-Supongo que ya no hay nada que perder, quizá sea bueno dejar de luchar, quizá sea bueno dejar de vivir de esta manera tan agonizante- respondí mirándolo -Ya no quiero darle cabida al dolor, si yo supiera que sobreviviré a lo que me espera...intentaría huir de todo y rehacer mi vida, pero no será así

-Pero los traumas seguirían- agrego

-Lo sé, pero los enfrentaría de ser necesarios- reí -Pero esa no es la situación

- ¿Es normal que me duela el corazón al escuchar tus palabras? – pregunto al borde del llanto

-Mi chico pelinegro...estaré bien, no te atormentes por eso

Las bandejas de comida no tardaron en llegar a nuestra mesa, el delicioso aroma del platillo inundo mis fosas nasales y sin más que hacer tome el tenedor junto al cuchillo para cortar un pedazo del pollo. Introduzco la porción deseada degustando la explosión deliciosa de sabores que padece mi boca en estos instantes, una cuchara ataco el arroz y seguido las verduras arrancando una gran porción que fue directo a mi cavidad bucal.

-Me entenderías si no comieras en tres meses- exclame con disgusto por su mirada

No dijo absolutamente nada solo se dedicó a mirarme con una sonrisa y luceros brillantes como estrellas, retiro la salsa de la comisura de mis labios para después limpiar su dedo índice con la servilleta. Miro su reloj logrando curvear hacia abajo sus delgados belfos.

-Es hora de ir a la habitación- comentó con seriedad, pero su voz tembló

-Vamos- afirme levantándome de mi lugar

Me posiciono a su lado notando que le llego al hombro, un detalle que me causa gracia, y sin darme cuenta mi mano se mantiene entrelazada con la suya, pero él no hizo nada por quitarla.