Capítulo 23. Que poco dura el amor

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Jade

Mientras esperaba a que el lobo y Gabriel entraran me volvía sentar, cerré los ojos y apoye la cabeza contra la parte superior del trono, el dolor de cabeza podría acabar conmigo antes que esta guerra. Hace ya algunas horas que Pedro y Tomy se habían ido a dormir.

Parece que Alma estaba teniendo problemas para volver a abrochar la armadura, podía sentirla resoplar ante su incapacidad de atar las cintas superiores, el ruido era muy molesto, alcé la mano izquierda y desplace parte de mi poder para abrocharlas, la sorpresa le hizo soltar un pequeño grito, pero después unos segundo de placentero silencio se impusieron, si no llega a ser por el golpe en la puerta, me podría haber quedado dormida.

El lobo y Gabriel entraron en el comedor, que habíamos usado como sala de curas, el volumen de gente que debíamos atender era demasiado grande para la cabaña, en un futuro no muy lejano debía plantearme ampliarla, pero en este momento no era una prioridad.

Abrí los ojos al mismo tiempo que cerraban la puerta, reflexionando sobre lo que acaba de pensar, hablaba del futuro como si mi decisión fuera quedarme en este pueblo, y era algo que no quería.

Gabriel estaba bastante mal así que empecé por el, le mande quitarse la camisa y los pantalones, dejándolo solo en calzoncillos, la risita nerviosa que soltó Alma confirmó lo que yo pensaba, era un chico con un... tremendo potencial físico, vamos a llamarlo así. Gabriel me miró y alzó una ceja de manera juguetona, hacia Alma, la verdad es que era casi gracioso ver la escena - Ya se lo dije a Pedro, estoy bien Jade, unas horas de sueño y mañana no quedará nada

Le examiné numerosos cortes a lo largo de la espalda y del pecho, habían pasado tantas horas desde la batalla que casi habían desaparecido, pero me paré en una cicatriz blanca sobre su pecho, una herida que yo misma le había infligido, pasé mi dedo indice por encima -  ¿Y como va esto? 

- Cuando pienso en ella el dolor no está, pero si el resto de cosas, justo como dijiste, me siento libre - Le mire a los ojos buscando algún rastro de duda o mentira, pero estaban completamente claro, mi padre siempre decía que uno solo debía fiarse de las personas con la mirada limpia. Mi dedo seguía sobre su pecho, cuando lo agarro con la mano - De corazón Jade, gracias.

Asentí dando por concluida la conversación, jamás reconocería que ese había sido mi primer ritual, la primera vez que trabajaba con un lobo - Vístete entonces, antes de que la pobre Alma se maree - Mientras yo me reía de mi propio chiste me dirigí hacia un alfa cabreado, probablemente porque había tocado a Gabriel, pero debería guardarse sus celos injustificados para otra ocasión, también le mandé desvestirse. 

Mientras preparaba un remedio para Gabriel el lobo se desvestía, y he de reconocer que era impresionante, no era la primera vez que lo veía casi desnudo. Me acerqué a el, y la sangre hedonista de mis venas me impulsó a jugar un poco con su resistencia.

Le examine centímetro a centímetro, dejando que mis manos tocaran su piel, el bulto que se empezaba a formar en sus calzoncillos me hizo comprender que mi objetivo de molestarle había sido fructífero. Revisé sus golpes y arañazos, deteniéndome en el que la daga le había hecho, no se estaba curando, lo que me preocupó lo suficiente como para dejar de jugar con la estabilidad del lobo.

Me acerqué  al altar donde se encontraba la daga, la examiné ante la atenta mirada de todos los presentes, parecía una daga normal, pero no entendía como no se curaba, solo las dagas rituales dejaban heridas que debían ser sanadas de la manera ordinaria. La realidad me golpeo de repente, Agament había lanzado la daga, pero no era suya, esta daga y yo, al igual que su dueña, somos viejas conocidas.

Mire a los presentes y empecé a contar lo que había descubierto - Vas a necesitar que Pedro te ayude con ese corte lobo, el cose heridas mejor que yo, pero antes debemos hablar de porque esa herida no se te va a currar como una herida normal - Les hice una seña para que me siguieran fuera de la casa principal de la manada, estos temas era mejor hablarlos en un sitio sin ojos ni oídos.

La prometidaWhere stories live. Discover now