Capítulo 34. Arde

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Jade

Era el dolor más atroz que jamas había sentido, sentí como mi cuerpo ardía y se quemaba, de dentro a fuera, los gritos se debieron escuchar en varios kilómetros. Pero no era un dolor por el fuego que irradiaba mi piel, era algo más profundo y salvaje, el mismo dolor que la muerte de mis padres me produjo hacía un milenio, que me había llevado a la locura.

Cuando me acostumbre al dolor, pude sentir el familiar calor del fuego rozando mi piel, cuando levanté la mirada pude ver al que antaño había sido un joven amigable y que se había ganado mi corazón trasformado un un hombre violento que, como un animal enjaulado, calculaba si iba a ser mejor huir o atacar. Pero eso no importaba, yo iba a ser juez, jurado y verdugo 

Conforme caminaba, el suelo ardía, subiendo la temperatura de la cabaña, pero yo apenas lo notaba, mi mirada estaba fija en Hades, iba a ser la última vez que alguien me traicionase - Piénsalo Jade, podrías ser la reina, serías una diosa que mandaría sobre todos - Parecía que había descartado la idea de luchar, estaba intentando convencerme mientras se arrastraba por el suelo

Cada vez estaba más cerca de Hades - He comprendido que nunca voy a ser libre, no mientras los dioses existan y me quieran - Las lagrimas caían por mis mejillas - Pero si no puedo ser libre en la tierra, si el cielo quiere acabar conmigo, crearé mi propio reino

Como quien le quita el seguro a un arma, liberé la única parte de mi que nunca nadie podría controlar, mis poderes, y mientras un grito reprimido salía de mi cuerpo, lo queme todo, incluido a él. 

Alex

Dos semanas tumbada en mi cama, normalmente el pensamiento de que Jade llevase tanto tiempo entre mis sabanas sería un motivo de orgullo pero no así. Y, aunque su alma nunca había estado tan lejos, nuestros espíritus nunca habían estado tan cerca, desde hacía tres días podía sentir sus sentimientos como míos, y no eran buenos, dolor, ira o decepción son los más comunes, aunque también la tristeza es muy frecuente. No se que pasó hace tres días, pero su cuerpo empezó a desprender un calor inhumano incluso para aquellas que no somos humanos, tal es así que tuvimos que meterla en una bañera de agua helada.

Desde que habíamos encontrado el libro que Jade me dejó, todo había sido un poco menos complicado. Ana prepara collares y amuletos para la guerra, así como sanaciones y protecciones, Raquel esta enseñando a los guerreros cuestiones básicas sobre las runas, y aunque no asisto a las clases tanto como me gustaría, los guerreros han mejorado mucho. Pero aun con todos los avances, había algo que se nos resistía, la corte. En el libro solo había información en clave, pistas y acertijos que ninguno sabíamos resolver

La noche se iba y el amanecer se acercaba, me acosté, otro día más, rogándole a la Diosa Luna que me mandara a su lado, como ya lo había hecho una vez, y aunque nunca pasaba nada, yo no perdía la esperanza en Jade, en la Diosa... Eso era un tema más complicado. Habían sido unas semanas duras, donde el sueño había brillado por su ausencia, por lo que nada más apoyar la cabeza en la almohada, una oscuridad muy profunda me embargó.

 Cuando abrí los ojos tenía la sensación, casi de estar flotando, era familiar, tan familiar como lo era el lugar en el que me encontraba, estaba otra vez en el claro, pero la imagen que tenía a mi alrededor era muy distinta. Lejos quedaron los árboles y la pequeña cabaña, todo eran fuego, brasas o cenizas, nunca había pensado en el infierno pero supongo que se parecería bastante a este lugar, a este momento

Me encaminé hacia el centro del claro como había hecho la primera vez que estuve aquí, mi mente no era capaz de procesar todo lo que aquí estaba pasando, pero lo primero que pensé era que Jade podía estar en peligro, corrí lo más rápido que pude hasta llegar a la cabaña de madera, que se encontraba calcinada, pero sorprendentemente aún en pie, la puerta estaba abierta por lo que no tuve que intentar forzarla, como ya había intentado (sin éxito) con la del pueblo.

La prometidaWhere stories live. Discover now