Capítulo 25. Dos reinas

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Jade

Algo que una bruja sabía bien era el valor del dramatismo, mi plan inicial era esperar hasta que intentaran atacar al Alfa, pero entonces vi a Ana. La mujer que hacía años me había convencido para ayudarla a escapar con cinco chicas, la mujer que me pidió ayuda y apoyo cuando encontró a la pequeña Raquel, la misma que aguantó en silencio el castigo de su clan, esa Ana había desaparecido, y parecía que lo habían hecho a golpes y a falta de alimentos. No había reaccionado cuando cuando había intentado matarla, parecía rota por dentro

Aunque las ganas eran increíbles, no podía dejar que Ana destrozase a ese intento de bruja, y aunque mi idea inicial no era esta, siempre hay que estar listo para improvisar, paralicé a Raquel trasformada en loba en el aire, lo suficiente para soltar la primera bomba y desestabilizar ese grupo de apariencia unida - Que no haría una madre por su hija, ¿verdad?

Mire como los ojos de algunas de las brujas se abrían, parecía que muy pocos sabían que Raquel era hija de Ana, aunque fuera adoptiva, el nivel de estas brujas me preocupaba ¿quien diablos las había instruido para que no vieran el sello de Ana en el aura de Raquel? - y tu ¿quien diablos eres?

En la mi cara se impuso una sonrisa burlona, baje a la loba con delicadeza y le mandé un mensaje de bruja "Retírate, no es momento". Decidí responder según las antiguas costumbres, comprobaría si esas brujas estaban tan pobremente instruidas como parecía - No soy nadie

Caminé acercándome al grupo de brujas, en ese momento Artemisa volvió a preguntar - No hay más brujas vivas que las de este aquelarre, ¿de donde vienes? - Poco a poco estaba enredándose en su propio desconocimiento, algunas de las brujas del aquelarre, las que parecían un poco más experimentadas, se daban cuenta de que estaba haciendo.

Me acerque para quedar frente a frente con Artemisa - De ninguna parte - Me dí la vuelta dirigiéndome hacia donde el Alfa se encontraba, necesitaba su apoyo en estos momentos, debíamos mostrarnos unidos. Subí las escaleras con la cabeza bien alta para colocarme en el porche de la casa de la manada, una clásica táctica para dominar la situación

- No entiendo nada, te exijo que como tu reina me expliques que significa todo esto, es un escándalo, ¿quien narices... - De repente se vio interrumpida por una voz, que aun ronca, no sabia si por los gritos de las palizas o por lo poco que la había usado en los últimos años.

Ana dio un paso al frente y fijó la mirada en mi, reconociéndome por fin - ¿Y a quien sirves pues, que nadie eres y a ninguna parte perteneces? - La chiquilla malcriada que ocupaba mi puesto como reina estaba furiosa por la osadía de Ana, pero cuando dio un paso hacia ella Raquel le gruño lo bastante fuerte como para que se lo pensara dos veces.

- Nadie soy y a nadie sirvo, pues la noche eterna me ha hecho libre - Ana sonrió por unos instantes, recuperando por unos momentos la vida que antes la caracterizaba, se acerco hacia donde estaba dejando tras de si la familia que tanto daño le había hecho 

- Pensé que mis ojos me engañaban, pero eres tu de verdad, que la noche eterna me lleve si no he deseado todos los días que este momento llegara  - Su voz aun seguía ronca, pero parecía que una pequeña parte del brillo que antes llenaba su miraba había vuelto. Volví mi mirada a mi alrededor para encontrarme una escena perfecta.

Las brujas se miraban unas a otras, algunas habían reconocido la conversación que Ana y yo habíamos tenido, durante las grandes purgas era lo que se usaba para identificar a las hermanas, fue lo que evitó que matase a Ana nada más verla en el claro. Las que no la habían reconocido eres más jóvenes, y claramente inexpertas, algo que me preocupaba, ¿que había sido de las cinco jóvenes que Ana salvó de las purgas?

La prometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora