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Jungkook se removió despacio, tenía el cuerpo pesado y adolorido, hacer cualquier tipo de movimiento se le dificultaba y su visión tardó más de lo normal en acostumbrarse a la oscuridad casi absoluta de la habitación. Hizo a un lado las mantas y se arrastró hasta llegar al borde de la cama, estremeciéndose cuando sus pies descalzos entraron en contacto con las frías baldosas.

Sentía el rostro hinchado y tenía el labio partido. No quiso atreverse a mirar su piel debajo de la ropa, no tenía ganas de ver el estado en el que su padre le había dejado, creía que todavía podía sentir los golpes impactando en su cuerpo.

Su casa estaba sumida en un silencio sepulcral, solo el ruido del viento acompañaba a sus trabajosas pisadas. Alcanzó las escaleras y bajó creyendo que en cualquier momento daría un paso en falso y se iría gradas abajo, pero pudo llegar al primer piso sin demasiadas complicaciones.

Había un aire desconocido envolviendo todo el lugar, como un soplo de peligro o de incertidumbre. La oscuridad se apoderaba de cada rincón, su mente también estaba cubierta de niebla. Se dirigió a la sala y la escena que le recibió le dejó sin aliento, estático en su lugar.

Taehyung estaba ahí, le veía de espaldas hincado en el suelo junto al cuerpo sin vida del señor Jeon, quien tenía los ojos abiertos en una última expresión de terror. Retrocedió un par de pasos cuando pudo recuperar la movilidad, entonces el de cabellos violetas fue consciente de su presencia y giró el rostro para mirarle. Jungkook comenzó a quedarse sin aire, sus pulmones parecían cerrarse y la respiración entraba forzosamente por su boca.

Su mejor amigo había dejado un agujero grotesco en el cuello de su padre y tenía los labios y mandíbula cubiertos de su sangre. Los ojos de color ámbar centelleaban en una mirada de complacencia.

—¿Me tienes miedo? —Se puso de pie, encarando al tembloroso azabache—. ¿No pensabas que soy hermoso, con mi piel blanca y ojos brillantes? Porque esto es lo que realmente soy. Este es el monstruo del que te enamoraste.

El menor apretó los párpados con fuerza cuando la pared le impidió alejarse más, estaba asustado y las lágrimas abandonaban una a una sus irritados ojos. Escuchó las lentas pisadas de su acompañante y giró el rostro hacia un lado cuando le tuvo tan cerca que podía sentir su aliento.

—¿Ya no me amas porque soy un monstruo, Jungkook? —susurró, el más joven abrió los ojos despacio, armándose de valor para hacerle frente, y por unos segundos ninguno dijo o hizo nada mientras se observaban. Hasta que Taehyung se arrojó a sus labios con desesperación.

El azabache se agarró de su cuello, dejando que le sostuviera porque el temblor en las rodillas cada vez era más difícil de soportar. Su adolorida anatomía encontró un refugio en el frío que emanaba el cuerpo del contrario y se pegó más a él, abrazándole con fuerza mientras los brazos del mayor le apretaban por la cintura.

La brusquedad con la que le besaba dolía en gran magnitud por la irritación de los golpes que había recibido y la sangre fresca en la piel del vampiro manchaba también su mentón. Pero no importaba, quería arder en el infierno de Kim Taehyung, el único que podía hacerle sentir así de dispuesto incluso en una situación como esa. Tan sucio, tan escalofriante, tan doloroso, pero aun así tan jodidamente ardiente.

El de cabellos violáceos succionó su labio, la sangre de esa pequeña herida, y Jungkook dejó escapar un sonidito de gusto y sorpresa. Entonces le presionó con voracidad contra la pared, apretándose más contra él hasta que casi le obligó a jadear. El menor permitió que bajara hasta su cuello y repartiera húmedos besos ahí, estaba tan entregado a ese instante que no sintió el momento exacto en el que los filosos colmillos de su mejor amigo agujerearon su sensible piel.

A media noche •⊰Taekook⊱•Where stories live. Discover now